Ahora, con las reflexiones sobre la popularización del
son jarocho, me toca proponerles que otros hagan la critica de lo que pasa por
el Occidente y la Tierra Caliente. Ya Alejandro de la Rosa ha realizado un recuento
publicado en una revista, pero han pasado algunos años y en el interin se
dieron la patrimonialización del mariachi (Ra Xhimhai), los cambios en la dirección de los
Encuentros de Mariachis Tradicionales y de la Asociación de Mariachis
Tradicionales, el surgimiento de festivales independientes, el crecimiento de
grupos de mariachi infantil y juvenil, además del debate sobre las rutas a
seguir en el fortalecimiento.
Popularización y tradición |
Aquí hay algunas de las que me percato. Es evidente que no hay estrategias para establecer
el diálogo entre los mariachis populares y los mariachis de folcloristas,
tampoco hay estrategias para que los mariachis tradicionales, que siguen en las
localidades, participen en los Encuentros; ni se han realizado propuestas de
investigación por grupos dentro de las instituciones de educación superior de
la región, lo cual podría ayudar a identificar procesos apenas intuidos: como
la renovación de los grupos por las nuevas generaciones, la localización de
subregiones clasificables desde la música, la lírica y el baile, los procesos
de migración e "internacionalización" de la tradición mariachera o
los rumbos que siguen el mariachi popular y el de masas, en las regiones con tradición mariachera.
Es claro que los procesos de popularización y
modernización de la tradición coexisten con los mariachis y los conjuntos de
arpa populares y tradicionales, e incluso algunos son bastante exitosos pasan
de un ámbito al otro, siendo unas veces mariachis populares que viven de ello
y luego sólo cambiando de traje, conjuntos de arpa para representar a un
"Estado" en eventos nacionales e internacionales; por lo que la
diferenciación entre mariachi y conjunto de arpa tampoco queda muy clara en la
realidad. Tampoco hay una frontera local, regional e internacional bien
trazada, pues músicos y consumidores circulan por espacios locales entre México
y E. U. constantemente. El uso de pastillas electroacústicas para tocar en
escenarios con amplificadores ya es común, así como la hibiridación con
instrumentos "modernos", eléctricos y percusiones; también es usual tocar
géneros "modernos" como la cumbia, la balada y los narcocorridos en las presentaciones.
La tradición del mariachi y el arpa grande es
bastante "líquida", se adapta a géneros, instrumentaciones y
repertorios modernos. Toca con pastillas electroacústicas y con instrumentos
eléctricos sin problema. Va de lo local a lo tras-nacional sin problemas ni
prejuicios.
En cambio, los mariachis y grupos folcloristas no entendemos bien
esos procesos de hibridación y circulación. Somos bastante groseros, imponemos
nuestros gustos por el son y dejamos fuera la balada, la cumbia y el corrido. A
la primera provocación damos "conferencias" y tocamos lo que
queremos, no lo que la audiencia quiere escuchar, como si nuestro gusto musical
fuera "superior" al que los otros quieren escuchar.
Yo, en particular, he corrido personas, desalentando
su incorporación a los procesos de fortalecimiento de la tradición en los
espacios urbanos, sintiéndome guardián de algo que no me fue conferido (aún
cuando alguna vez lo creí así). Incluso más de alguna vez merecí (o merezco
jjaja no sé si éso prescriba) unos chingadazos por mi comportamiento talibán
sobre el "cómo debe ser", cuando mis referentes son procesos reconstruidos
a partir de las experiencias de varios músicos que rondan los 80 años.
El "deber ser" es siempre actual y contextual; lo que "es", en los referentes de los músicos mayores de 60 años, no lo "es" para los conjuntos en E. U. Si pensamos como folcloristas o "tradicionalistas" entonces ¿Qué queda para la
tradición actual y sus continuadores? Debo confesar que aprendí de la Orquesta
Uapánekua, de Ihuatzio, que El muchacho alegre, Sonora y sus ojos negros, Caminos de
Michoacán, y otras piezas, son parte de esa tradición viva; como de Los
Jilguerillos del Huerto, que Dos botellas de mezcal, La Chileca, y varias más, son
imprescindibles en los Balcones. Aún así, no puedo tocar los bajos en el arpa
de las canciones rancheras (jaja mi yo foclórico se niega).
Que queda mucho por reflexionar sobre los vínculos entre la tradición y lo pupular en las regiones musicales de México. (3 de mayo
de 2016)
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