domingo, 12 de abril de 2020

La profesionalización de la música


Jorge Amós Martínez Ayala

FH-UMSNH


Es difícil precisar ¿cuándo comenzó a "profesionalizarse" la música en la Tierra Caliente? Incluso es distinto cuando se habla de la música usada en la tradición religiosa y la música "profana". Los músicos mayores a 80 años siempre cobraron poco y en especie, más por prestigio que por otra cosa. En la época colonial los músicos de las parroquias estaban "sujetos a campana", es decir tocaban y cantaba cuando se les llamaba, sin remuneración, aunque estaban exentos de pagar tributo y algunas obvenciones al cura. Esos eran también los músicos de los fandangos y, probablemente, cobraran en especie, pues el dinero fraccionario siempre fue escaso.

En las primeras décadas del siglo XX, la música era ofrecida "gratis", en un fandango organizado por el hacendado o ranchero al que le ayudaban en el "combate" de la cosecha o en la "recogida" del ganado; eso también ocurría cuando se casaba uno de sus "ahijados"; sin embargo "el rico" no pagaba, los músicos que vivívan en sus ranchos tenían la obligación de ir a tocar sin que le costara nada al dueño y sino, pues del río (Balsas) hasta la Costa todo era de ellos, así que no tenían a dónde hacerse. El repertorio seguía un orden establecido para poder afinar con distintos temples, y como iba para largo, las cuerdas eran de tripa y se rompían mucho, aunque la gente se atropellara, tenían que esperar.
En la Tierra Caliente la música de los fandangos de bodas y bautizos era siempre doble, un grupo contratado por el padrino y uno por los padres del o los festejados, aunque siempre llegaban grupos "sin contrato" a "ganar la banca", es decir a mostrar que eran más hábiles que los contratados y entrometiéndose en un reto de coplas, afinaciones y temperamentos, aunque no era lo usual. Ya en los años 30 en muchos lugares, sobre todo en las ferias, lo común era que los músicos tocaran en una "enramada" por pieza, la cual siempre pedía y pagaba el hombre, en Arteaga, antes de subir a la tarima y en el Huetamo antes de entrar a la tabla. Lo común es que se esforzara por "sacar" o "salirle" a toda la pieza, pero era muy difícil.
Las "bailadoras", o "coimas" que cobraban por bailar con uno, eran, casi siempre mujeres que se dedicaban a ir bailando de feria en feria, algunas además eran "cantadoras", y no pocas ejercían la prostitución; algunas de ellas eran tan buenas y profesionales que al bailar por ejemplo, un jarabe, iban recibiendo "galas", en pesos de plata, primero y ya después en papel moneda, lanzados a sus pies, en admiración a su actuación.
En el Balsas y en los Balcones se acostumbraban series de tres piezas: son, gusto y jarabe, aunque luego también se metieron canciones, polkas y danzones, pero estos bailes ya "revueltos" no gustaban a las familias, porque además eran abrazados y entre la bola no se sabía dónde terminaban las manos, a los músicos menos, pues con uno que pagaba todos bailaban.
Al llegar las primeras victrolas la situación se mantuvo, aunque entonces los músicos quedaron fuera, pues llegaba el dueño con su planta de luz y "bocina" y ya no se "ocupaban"; sin embargo, los discos de la Columbia y la Víctor, no tenían ni sones, ni gustos, ni jarabes de las regiones, ni le echaban versos a los concurrentes, así que la moda pasó y regresaron los músicos.
Algunos tocaron en el tren, iban ofreciendo sus servicios de vagón en vagón, desde Uruapan hasta Apatzingán y de regreso, por lo que quisieran dar, luego se bajaban en una estación, si sabían de una fiesta o si era fin de semana, y recorrían las calles ofreciendo sus servicios. Otros se vincularon con las agencias de cerveza, y tocaban "gratis" en las bodas, siempre y cuando la cerveza la vendiera la agencia, ésta les pagaba a los músicos; costumbre que sigue hasta el momento. Ya para entonces el "nilon" hizo que las cuerdas no se cambiaran y la demanda y exigencia sobre los músicos creció.
Cuando la música tradicional se refugió en las "cantinas" y "botaneros", se volvió a tocar por piezas, aunque era más para "escoletear" y ponerse visibles para quienes querían contratarlos. En los años 70 aparecieron los primeros "promotores" que organizaron "caravanas" artísticas muy parecidas a las de la cerveza Corona; pero con música tradicional, empezaron los discos destinados a dos grandes públicos: los profesores de primaria y la gente de la región, en unos había más "bailables" y en otros más "canciones" de borrachos; luego aparecerían los públicos urbanos y nuevos espacios.
Algunos grupos migraron e hicieron su "carrera" en Estados Unidos, grabando allá y vendiendo acá, otros buscaron "alambrarse", ponerse pastillas y micrófonos para poder competir con los grupos versátiles. La industrialización y homogeneización de los talleres en Paracho, acabó con los instrumentos viejos y endémicos de una región, como la armonía, la periquita y la tuá que fueron sustituídos por vihuelas, mandolinas y guitarras sextas; en tanto las arpas grandes y chicas, los violonchelos o "violones", por contrabajos 3/4 o "tololoches", o si no, por guitarrones. Muchas técnicas de ejecución se "amariacharon" o "guapanguearon", ya en los mánicos de las armonías, en los "jalones" de los arcos de los violines, en el fraseo de las canciones, o la armonización de las voces con los tríos, así que los repertorios del cine, industria fonográfica y la radio entraron a las músicas tradicionales, de manera que El Querreque o El San Juan Huetamo son "sones" de arpa grande, y El toro requesón es un "gusto"; porque el músico "profesional" nunca dice "no me la sé" o "ésa no la tocamos por acá".
Los músicos grandes aprendieron mucho oyendo la radio o las sinfonolas, y los que eran adultos o jóvenes en los años 70 usaron las grabadoras. En ningún caso dejaron de compartir o intercambiar "música", con "norteños", jarochos "marisqueros" y "huastecos" en el "Norte", la Frontera, el DF (ahora CDMX) y en Guadalajara, donde muchos pasaron temporadas. Por eso es poco "creible" que un "estilo" se haya mantenido "puro" o inalterado, empezando por don Leandro Corona, que grababa lo que escuchaba en la radio comercial de Apatzingán. Viejitos vemos y choros no sabemos, o como dice Rafael Figueroa, no por ser viejo es, necesariamente, una fuente fidedigna... eso sí muchas veces es la única.... (30 de junio de 2015)

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