En el pasado, la actividad
laboral como músico tradicional estaba restringida socialmente para las
mujeres, aunque en todas las regiones del país hay excepciones recordadas de
mujeres que desarrollaron una práctica profesional, en general era “mal visto”
que las mujeres tocaran música fuera de los ámbitos privados, como el hogar, o
públicos, pero relacionados con la Iglesia. En los ámbitos urbanos la situación
era distinta cuanto más se alejaba de la música popular, pues las mujeres
ejecutantes del piano y violín como concertistas no eran raras.
A partir de los años 50, conforme llegaban otros ritmos y dotaciones instrumentales del extranjero, las músicas tradicionales se refugiaron en las cantinas,; eran espacios fundamentalmente masculinos, donde las mujeres no eran aceptadas y aquellas que trabajaban ahí se les relacionaba con las prostitución, por lo que estaban estigmatizadas socialmente y no era habitual que la mayoría de las mujeres participara artísticamente en esos espacios.
En la actualidad, las músicas tradicionales están trasladándose de los espacios rurales a los urbanos; sus ejecutantes dejan de ser campesinos pobres y ahora son jóvenes estudiantes y profesionistas que pertenecen a las clases medias. Estos cambios y transiciones han revalorado la práctica musical tradicional, ahora tiene cierto prestigio tocarla, cuando menos entre las clases medias; y puesto que los primeros profesionistas en tocarlas fueron profesores normalistas, muchos de ellos con un origen familiar rural, entonces se ha ponderado la necesidad de que forme parte de la currícula informal de la educación básica.
Muchas de las acciones de fortalecimiento y revitalización de las músicas tradicionales en México, tienen como parte de sus estrategias la formación de una nueva generación de artistas tradicionales mediante talleres de ejecución de instrumentos musicales, de creación lírica, de baile y construcción de instrumentos tradicionales. Estos talleres permanentes, realizados durante el año, o de “verano”, en vacaciones, generalmente cuentan ya con materiales didácticos que facilitan la aproximación de los niños a las artes tradicionales.
La revaloración de las artes tradicionales y su creciente prestigio ha transformado también las ideas de quiénes deben practicarlas. Ahora niños y niñas participan de los talleres y aprenden por igual a tocar y bailar, sin que se realicen las divisiones sociales por género del pasado, que ponderaban la práctica musical como masculina y la dancística como femenina. Aunque a distintos ritmos, de acuerdo con las condiciones propias de las regiones musicales, la participación de niños y niñas está generando grupos musicales mixtos, o solo con participación femenina, que tienen fundamentalmente sus campos laborales en los talleres como formadores, como parte del cartel de festivales de música tradicional, como ejecutantes en fiestas familiares, o como productores de discos y libros; sin embargo, la equidad de género no han logrado penetrar en los espacios de refugio de las artes tradicionales, las cantinas, ni en las prácticas rituales, aunque es probable que en algunas generaciones se logre plenamente.
La equidad en los espacios profesionales de las artes tradicionales no se ha alcanzado aún, pero cada vez que más niñas y jovencitas aprenden, participan en los talleres y conforman grupos, junto con las actividades relacionadas, como la promoción, la difusión y la gestión, también están abriendo espacios para que otras más se incorporen de tal manera que, es muy probable que se alcance una participación igualitaria en las músicas tradicionales en el futuro.
Chanecas, VIII Encuentro Internacional de Decimistas |
A partir de los años 50, conforme llegaban otros ritmos y dotaciones instrumentales del extranjero, las músicas tradicionales se refugiaron en las cantinas,; eran espacios fundamentalmente masculinos, donde las mujeres no eran aceptadas y aquellas que trabajaban ahí se les relacionaba con las prostitución, por lo que estaban estigmatizadas socialmente y no era habitual que la mayoría de las mujeres participara artísticamente en esos espacios.
En la actualidad, las músicas tradicionales están trasladándose de los espacios rurales a los urbanos; sus ejecutantes dejan de ser campesinos pobres y ahora son jóvenes estudiantes y profesionistas que pertenecen a las clases medias. Estos cambios y transiciones han revalorado la práctica musical tradicional, ahora tiene cierto prestigio tocarla, cuando menos entre las clases medias; y puesto que los primeros profesionistas en tocarlas fueron profesores normalistas, muchos de ellos con un origen familiar rural, entonces se ha ponderado la necesidad de que forme parte de la currícula informal de la educación básica.
Muchas de las acciones de fortalecimiento y revitalización de las músicas tradicionales en México, tienen como parte de sus estrategias la formación de una nueva generación de artistas tradicionales mediante talleres de ejecución de instrumentos musicales, de creación lírica, de baile y construcción de instrumentos tradicionales. Estos talleres permanentes, realizados durante el año, o de “verano”, en vacaciones, generalmente cuentan ya con materiales didácticos que facilitan la aproximación de los niños a las artes tradicionales.
La revaloración de las artes tradicionales y su creciente prestigio ha transformado también las ideas de quiénes deben practicarlas. Ahora niños y niñas participan de los talleres y aprenden por igual a tocar y bailar, sin que se realicen las divisiones sociales por género del pasado, que ponderaban la práctica musical como masculina y la dancística como femenina. Aunque a distintos ritmos, de acuerdo con las condiciones propias de las regiones musicales, la participación de niños y niñas está generando grupos musicales mixtos, o solo con participación femenina, que tienen fundamentalmente sus campos laborales en los talleres como formadores, como parte del cartel de festivales de música tradicional, como ejecutantes en fiestas familiares, o como productores de discos y libros; sin embargo, la equidad de género no han logrado penetrar en los espacios de refugio de las artes tradicionales, las cantinas, ni en las prácticas rituales, aunque es probable que en algunas generaciones se logre plenamente.
La equidad en los espacios profesionales de las artes tradicionales no se ha alcanzado aún, pero cada vez que más niñas y jovencitas aprenden, participan en los talleres y conforman grupos, junto con las actividades relacionadas, como la promoción, la difusión y la gestión, también están abriendo espacios para que otras más se incorporen de tal manera que, es muy probable que se alcance una participación igualitaria en las músicas tradicionales en el futuro.
(4 de abril de 2017)
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