Don Rica contaba que nació en
Los Balcones, en El Tamborero, rancho del municipio de Villa Madero, por ahí de
1933; pero sus padres, como muchos otros que vivían los estragos de las
revueltas cristeras, que causaban asesinatos de profesores y agraristas por las
guardias blancas de las haciendas, se fueron buscando trabajo hacia la Tierra
Caliente.
A los 12 años estaba en San Ignacio, un rancho con palmares, arribita
de La Huacana, de ahí se escapaba para ir a escuchar al conjunto de arpa con
que tocaba don Leandro Corona, caminando. Por esos años sucedieron dos cosas
que le cambiaron la vida; primero tratando de pelar un coco con un machete se
voló el dedo índice de la mano izquierda, y luego, caminando por el campo le
picó una víbora, la que le dejó con un pie "engarruñado" y sin poder
caminar varios meses, así que un amigo de su padre le prestó un violín para que
se entretuviera durante la convalecencia, y así, con el puro dedo medio,
aprendió su primer canción.
Siguió tocando el violín cuando ya podía caminar;
pero le gustaba más montar toros bravos en los jaripeos, y a decir de él era
muy bueno. Antes de cumplir los veinte años montando un toro, un reparó hizo
que con el cuerno le pegara una cornada en la barbilla y perdió el
conocimiento; cuando despertó, estaba tendido en un petate y con cuatro velas,
pensaban que se había muerto, ahí dejó los toros y mejor agarró la música.
Aseguraba don Ricardo, que su memoria era tan buena, que con oír una canción
una vez se la aprendía, así que su repertorio incrementó. Su vida a partir de
entonces fue andar por la Tierra Caliente buscando trabajo como músico y como vaquero.
Eran los momentos en que apenas comenzaban las presas para el sistema de riego
y no había carreteras sino brechas. A pie se iban hasta encontrar al tren, que
llegaba entonces a Gámbara, y subían tocando en los vagones hasta Uruapan. De
Cuatro Caminos se iban en los camiones volteos que iban hacia la costa, cuando
se estaba abriendo las vías del ferrocarril y la carretera que de Arteaga
bajaba a Melchor Ocampo del Balsas, todavía no llamado Lázaro Cárdenas, se
ponían a recorrer los ranchos hasta que los pescadores los contrataban. Algunas
veces los subían a las lanchas para irse a bailar en alta mar, zapateando en el
suelo de la canoa, los alegres sones costeños que tienen su variante y que don
Ricardo aprendió mientras vivió en Arteaga y Melchor Ocampo.
Otras ocasiones iban
caminando desde La Huacana hasta Nuevo Urecho; tocando en los ranchos por
comida y agua, durmiendo en despoblado y rogando por que hubiera una
"fiestecita" en el camino. A veces los valientes los llevaban a tocar
y no quería pagar, por eso don Rica siempre usó verduguillo escondido y una 38
super en la cintura; aunque chaparrito, sus compañeros recuerdan que era bravo
para los golpes.
Un día, mientras tocaban en una cantina de Apatzingán, mataron
a su compañero de la vihuela, que estaba junto a él, el asesino logró darle un
par de balazos en el brazo izquierdo, rompiéndoselo; pero don Rica tomó una
cerveza de la mesa y se la rompió en la cabeza al agresor, forcejeó con la mano
izquierda hasta quitarle la pistola y meterle unos balazos; durante la
convalecencia le pidió a su esposa que le llevara una pistola que colocaba bajo
su almohada, por si el hombre había dejado amigos; de esa experiencia le
quedaron las marcas de los balazos y el brazo medio chueco, pero siguió
tocando. La afición de don Rica por las armas y la necesidad de darles
mantenimiento lo volvieron "armero", así que le llevaban a componer
sus armas los vecinos y conocidos, comprándo y vendiéndolas, para ayudarse.
Contaba don Rica como cierta una anécdota que parece más unos versos de La
Monja; cierto día, en uno de los viajes que hacía desde Cuatro caminos para
Arteaga, se topó con una monja bonita que iba para el pueblo, le hizo plática y
al cabo de las 8 horas de trayecto, la convenció para que se siguieran hasta
Lázaro Cárdenas, donde le habían dado unas hectáreas en lo que ahora es el
acceso al puerto.
En Apatzingán don Rica comenzó a tocar con el mariachi, que
por entonces tenía más trabajo y era considerado "prestigioso", justo
en el auge del algodón; luego se fue a probar suerte a Uruapan y la ciudad de
México. Allá se juntó con Juan Pérez, que tocaba el guitarrón, pero desde joven
también tocaba el arpa, y montaron el repertorio de su tierra, por lo que
formaron el grupo Alma Grande, que sería después el Alma de Apatzingán.
Regresó
al arpa cuando los Concursos del 22 de octubre comenzaron a cautivar con
premios que eran atractivos; pero además, el limón trajo un auge económico y
llegaron las carreteras asfaltadas, la electricidad y el narcotráfico. En ésa
época de nuevo le dieron tierras, ahora en Santa Ana Amatlán y con su compadre,
Carlos Cervantes, "El Maiceno", formaron Los Caporales de Santa Ana;
aunque el nombre se lo puso la maestra Irene Vázquez, cuando los llevó por
primera vez a los EU, al Smithsonian. Los grabaron para la Fonoteca del INAH y
comenzaron a editar discos LP de acetato. El dinero no faltaba y algunos
músicos se volvieron adictos a las drogas que por entonces ya abundaban.
Un
hijo de don Ricardo le arregló sus papeles y entonces comenzó a pasar
temporadas en California, donde se reunía con don José García Abarca, arpero de
Arteaga, junto con otros amigos, y se iban a "cantinear", pero de
aquel lado. Allá grabó un par de discos compactos independientes. Unos años
después comenzó la debacle. Los medios de comunicación dejaron de impulsar al
mariachi y llegaron los "gruperos", primero la "tecnobanda"
y luego las "bandas sinaloenses"; en los festejos del 22 de Octubre
los grupos eran contados y las bandas eran símbolo de estatus económico, hasta
que un año no hubo más concurso.
Conocimos a don Rica entonces, el año que El
Colegio de Michoacán los invitó a tocar en el auditorio nuevo, en el marco de
un Coloquio sobre Patrimonios históricos, naturales y culturales de la Tierra
Caliente, Los compañeros de don Rica comenzaron a partir: don Rubén Cuevas,
primero, luego "El Maiceno". Hubo un mal entendido y se dividió el
grupo, cada parte aseguraba que eran "Los Verdaderos" Caporales. Se
organizó con Música y Baile Tradicional A. C. y El Colegio de Michoacán un homenaje con la intensión de reunirlos, así que se invitaron a
todos los músicos que alguna vez habían pasado por el emblemático grupo, y
fueron casi 15. Registramos sus presentaciones y salió un disco editado por El
Colegio de Michoacán.
A partir de ahí, surgió una amistad entrañable con don Rica. Era el
único músico de ésa generación que entendió lo importante de enseñar a los
niños, de "invertir" en ellos, para que luego fueran los compañeros,
los que compraban los discos o contrataban al conjunto de arpa. Nos acompañó
desde el primer Festival Cultural de la Tierra Caliente y en el primer
Campamento de verano Música para guachit@s. Nos siguió en las búsquedas de
músicos, lauderos, bailadores por toda la Tierra Caliente, La Costa Sierra, la
Costa y los Balcones. Vivió en todas las subregiones, conocía a todos los
músicos, se sabía todas las historias. Nos ayudó a enseñar a los niños los
sones y gustos "de su tierra", los sones del Plan, los de Sinahua,
los de la Costa.
Se sabía sones viejos que los "investigadores"
referían; por ejemplo, luego de escuchar a don Jesús Jáuregui que había un son
de La Zorra, le pedí que lo tocara, y además de hacerlo le añadió los versos
con todo y el estribillo: "por andar en bureo, bureo", que para
entenderlos tuve que recurrir a los diccionarios. Minuetes, sones sin nombre,
coplas y versos, maneras de mover el arco, o frasear las melodías, todo lo
sabía, lo parecía o lo "inventaba", pero nunca se quedaba callado....
Justo por eso tuvimos una desavenencia, cuando le pedí que no contestara antes
que nuestros entrevistados; luego le pedí disculpas, porque entendí que era con
la intensión de que "supiéramos" que lo hacía...Otra fue cuando le
compré un pedazo de guitarra que había sido de don Rubén Cuevas y que yo
recuerdo, haberle pagado completo, pero el aseguraba que sólo le había dado la
mitad...y le creo, porque su memoria era prodigiosa. Al final me vendió también
uno de sus violines, "para que aprendiera" y que sigue sin
"enseñarme" a tocar... Ése carácter fuerte es el que le provocó la
diabetes que le disminuyó su capacidad de visión; aunque él se aprovechaba para
que las muchachas lo llevaran de la mano. De los disparos que echaban los
"del gusto", tronando las pistolas y metralletas, asegura que lo
dejaron sordo; perdió primero el oído izquierdo y luego el derecho se fue
disminuyendo. Así que era difícil "seguirlo" para tocar con él; por
eso los compañeros lo fueron dejando de invitar a sus compromisos; pero David
Durán lo trajo de su maestro tallerista de fijo, así que, además de a Los
Jilguerillos, Los Soneros de México (transformados en muchos grupos, entre
ellos Los Choznos), El Gusto Por El Son, Los Guachitos de Tiquicheo y hasta
Moisés Zavala, El Palomo de Copuyo, algo le aprendieron.
Don Ricardo Gutiérrez y David Durán |
Ése contacto con los
jóvenes le revitalizó, nada más pasaba uno a saludar y ya don Rica quería
subirse a la camioneta a "acompañarnos", para "guiarnos" y
sin parar, hablar de algo que siempre era de nuestro interés. La cueva con un
tesoro en Los Picachos de Cucha; El Miércoles de Ceniza que
"intercambiaron" música con don Juan Reynoso en una enramada del río
en Carácuaro; El indio que amarró a su patrón por borracho; El arpa que tocaba
sola; las vidas de los músicos que tocaron con él; el arte de la esgrima con
armas blancas, de la cual fue un maestro; sus metidas de pata en EU, como
cuando se orinaban en las tinas de baño, pensando que eran orinales; sus peleas
y heridas; sus novias; las "charras", "chistes" y anécdotas
divertidas... Justo cuando se enteraron de su deceso varios amigos contaron/
"postearon" alguna anécdota para recordarlo; y ahí me di cuenta que
lo que cada uno recuerda vuelve al amigo polifacético. Hay muchos Ricardos,
tanto como discípulos, amigos y personas que lo conocieron sobreviven....
armemos entre todos la biografía...Les parece?
(5 de mayo de 2017)
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