El folclorista es un
"romántico" que pretende "retornar a un pasado que no existió. A
veces sus acciones impactan menos en lo que el público urbano, no conocedor,
interpreta como "auténtico", una noción reivindicativa creada por el
Estado; pero en general se vuelven referentes. Ello tiene una carga ética sobre
nuestras acciones que son “estéticas”, de las cuales no nos salvamos y debemos
meditar bien ¿qué hacemos, cómo lo hacemos y dónde lo hacemos? A veces se corre
el riesgo de ser muy "didáctico" y enfadar a la audiencia; pero creo
que es mejor así.
En lo visual, si nos "uniformamos" es una deformación de lo que
ocurre en los espacios tradicionales, de hecho algunos grupos de músicos de
tradición se uniforman ahora justo por eso, y copian a los folcloristas: en el
pasado EMT Los Marineros parecían Los Choznos ¿por qué? ¿Es que parecer
folcloristas los coloca en un estadio distinto? Tal vez es una estrategia de
mímesis. En el caso más cercano, y haciendo un mea culpa, por más que les digo
a L@s Chaneques no entienden, les gusta a las chicas usar sombrero, y de
colores, ponerse sus faldas de algodón traídas de la India y sus zapatitos
negros, por lo que se tacha al grupo de megafolclórico y con un “vocero” que
reniega de eso, pero termina “vestido” igual.
Como ya he argumentado, usar “Zapatos Miguelito”, “especiales” para el Ballet Folclórico mata la diversidad tímbrica de la tabla y evidencia: que uno pasó por el son jarochilango, el flamenco o por el ballet folclórico, por uno o por todos, sin enterarse que la “tabla” es un instrumento; aunque hay quien dice saberlo y mete adornos y acentos de otras tradiciones argumentando que "acompaña" a los músicos, lo cual equivale a tocar la guitarra con apagados y “huapangueados”, que, como sucede en otros espacios del aprendizaje de las artes tradicionales de la Tierra Caliente, aseguran "así es como suena en los discos"; pero no como se hace en la tradición, porque los apagados se hacen con los dedos que no se usan para los acordes y que "sobran" en la mano izquierda; para "saberlo" hay que haber visto tocar a los viejos, como don Rodolfo Durán, que todavía anda en "la lima" en Huetamo.
Lo anterior es una cuestión de técnica: "se oye igual" PERO NO SE HACE IGUAL, y aquí el matiz es importante, porque si no vamos a terminar tocando con jaranas y huapangueras. No entiendo ¿Por qué en Occidente y Tierra Caliente debe haber una “permisividad” con los “aprendices” que yo no he visto en otras regiones? He visto como en Tlacotalpan no dejan subir a la tarima a cualquiera; he visto como no quieren que uno toque con su vihuela son jarocho; pero acá ¿si debemos dejar que la gente toque con una jarana jarocha? ¿cuál es el argumento? ¿Si tuvo el dinero para ir al DF o hasta Veracruz a comprarse una, no puede ir a Apatzingán por una vihuela? No se trata de revanchismo sino de ESTÉTICA SONORA.
De la misma manera que una vihuela "mariachera" de Paracho cuesta 2,000 pesos, pero ningún conjunto de arpa trae una, sino las que se hacen allá Mariano Espinosa, el Indio, o más caras con don Fernando Mendoza y que cuestan 3,500; lo hacen por el volumen y el timbre que considera "adecuado", "propio" y "correcto" para hacer su música; de igual forma, las bailadoras y bailadores no usan botines folclóricos sino su calzado "normal" ¿Entonces por qué usar zapatitos negros “Miguelito”? Si ellos no consideran importante "uniformarse", aunque les gustan los botines o los guaraches, los sombreros de Sahuayo de ala media o grande y los de Tlapehuala, las guayaberas y los pantalones de dril (o los calientes de “casimir”), ¿Por qué insistir en la manta y el guarache? Ésa no es la estética imperante, como tampoco los colores pastel, sino combinaciones alucinantes: guayabera verde y pantalón color vino (como se vestían don Abundio García), guayabera roja y pantalón gris como don Cástulo; pantalón verde, guayabera verde y botines color vino, como a veces se viste don Abel Peñaloza, camisas amarillas y pantalones negros como se “uniforman” Los Canarios de El Moral, en Ario de Rosales. En los más de diez años yendo a fiestas en Tierra Caliente, no creo haber visto más que una o dos veces a mujeres jóvenes vestidas de blanco, nada de faldas largas y a ninguna con “guaraches” de cuero.
Como ya he argumentado, usar “Zapatos Miguelito”, “especiales” para el Ballet Folclórico mata la diversidad tímbrica de la tabla y evidencia: que uno pasó por el son jarochilango, el flamenco o por el ballet folclórico, por uno o por todos, sin enterarse que la “tabla” es un instrumento; aunque hay quien dice saberlo y mete adornos y acentos de otras tradiciones argumentando que "acompaña" a los músicos, lo cual equivale a tocar la guitarra con apagados y “huapangueados”, que, como sucede en otros espacios del aprendizaje de las artes tradicionales de la Tierra Caliente, aseguran "así es como suena en los discos"; pero no como se hace en la tradición, porque los apagados se hacen con los dedos que no se usan para los acordes y que "sobran" en la mano izquierda; para "saberlo" hay que haber visto tocar a los viejos, como don Rodolfo Durán, que todavía anda en "la lima" en Huetamo.
Link de Zapatos Miguelito |
Lo anterior es una cuestión de técnica: "se oye igual" PERO NO SE HACE IGUAL, y aquí el matiz es importante, porque si no vamos a terminar tocando con jaranas y huapangueras. No entiendo ¿Por qué en Occidente y Tierra Caliente debe haber una “permisividad” con los “aprendices” que yo no he visto en otras regiones? He visto como en Tlacotalpan no dejan subir a la tarima a cualquiera; he visto como no quieren que uno toque con su vihuela son jarocho; pero acá ¿si debemos dejar que la gente toque con una jarana jarocha? ¿cuál es el argumento? ¿Si tuvo el dinero para ir al DF o hasta Veracruz a comprarse una, no puede ir a Apatzingán por una vihuela? No se trata de revanchismo sino de ESTÉTICA SONORA.
De la misma manera que una vihuela "mariachera" de Paracho cuesta 2,000 pesos, pero ningún conjunto de arpa trae una, sino las que se hacen allá Mariano Espinosa, el Indio, o más caras con don Fernando Mendoza y que cuestan 3,500; lo hacen por el volumen y el timbre que considera "adecuado", "propio" y "correcto" para hacer su música; de igual forma, las bailadoras y bailadores no usan botines folclóricos sino su calzado "normal" ¿Entonces por qué usar zapatitos negros “Miguelito”? Si ellos no consideran importante "uniformarse", aunque les gustan los botines o los guaraches, los sombreros de Sahuayo de ala media o grande y los de Tlapehuala, las guayaberas y los pantalones de dril (o los calientes de “casimir”), ¿Por qué insistir en la manta y el guarache? Ésa no es la estética imperante, como tampoco los colores pastel, sino combinaciones alucinantes: guayabera verde y pantalón color vino (como se vestían don Abundio García), guayabera roja y pantalón gris como don Cástulo; pantalón verde, guayabera verde y botines color vino, como a veces se viste don Abel Peñaloza, camisas amarillas y pantalones negros como se “uniforman” Los Canarios de El Moral, en Ario de Rosales. En los más de diez años yendo a fiestas en Tierra Caliente, no creo haber visto más que una o dos veces a mujeres jóvenes vestidas de blanco, nada de faldas largas y a ninguna con “guaraches” de cuero.
Le estética es importante y forma parte de un sistema mayor, es aparente su
“independencia” de la música. Así como a veces le ponemos atención al sonido
melódico armónico y nunca al timbre y al ritmo, nos pasa con los colores y el
movimiento. Podemos “escuchar” que el sonido melódico de los grupos
folcloristas se “aproxima” al de los músicos tradicionales ¿pero se hace
también en lo visual y en lo tímbrico? Se puede argumentar que no se trata de
ser una calca de los músicos tradicionales ¿pero por qué se quiere copiar la
melódico armónico y no las demás estéticas imperantes en la región? Sonar
“rural” y vestir “urbano”...pero no tanto, como hipster, pero bañado...
El color fuerte y contrastante; los golpes rápidos y graves, nunca secos; los
bordones del arpa, guitarrón y tololoche; las voces agudas y nasales, son parte
de una sistema estético en el que LA VIBRACIÓN impera. Retumba y vibra la
tabla, retumba el arpa cacheteada/la tamborita/tololoche “guachapeado”, retumba
la tierra con los caballos bailadores, tiemblan las nalgas, los senos y las
panzas al bailar, vibran los colores rojos, verdes, azules y amarillos en los
vestidos que se agitan con el viento caliente y seco que abochorna. Vibrar
tintineando: “oro, mucho oro amigo”, en las arracadas, cadenas, pulseras,
esclavas, anillos, dientes, en las espuelas, antes en las “víboras” del
cinturón, en los pesos de plata lucida en “el borrego”.... Vibran voces y
pechos en ayes, gritos, zalomas que imitan toros en brama, jananeos y notas que
se sostienen al final de la estrofa en las canciones, en los cascabeles de
víbora que tienen adentro o colgando los instrumentos para protegerse del mal
de ojo. Vibra el aire caliente que a lo lejos juega con el paisaje en nuestra
mirada onduleante.
Si en el tiempo “normal” la pausa y la lentitud en el movimiento de los seres
vivos son la norma, como contraste, la velocidad y la vibración corresponden al
tiempo festivo y extracotidiano. Vibrar es una metáfora visual del “gusto” y la
alegría, de estar vivo, que contrasta con el movimiento lento y pausado de la vida
cotidiana, en un mundo donde el calor predomina. Si bien, Alejandra Espinosa y
Camilo Camacho han escrito un poco sobre la estética del gusto en Tierra
Caliente, creo que hay algunos aspectos en los que puedo aportar algo.
Primero, ellos conciben al sistema estético de la Tierra Caliente como orientado por la noción de gusto; sin embargo, creo que hay una relación no explicada por ellos y justo es el papel de la vibración.
Primero, ellos conciben al sistema estético de la Tierra Caliente como orientado por la noción de gusto; sin embargo, creo que hay una relación no explicada por ellos y justo es el papel de la vibración.
En Tierra Caliente:
Gusto -----Vibrar-----Emoción
Son “conceptos” que están
relacionados en el sistema estético y atraviesan a los sentidos: ver que no
tiene el mismo peso de los otros; oler y gustar, que se encuentran próximos y
son importantes; oír y sentir/palpar, se aproximan con el canto, la música (percutida)
y el baile.
Las emociones son “sentimientos”, percepciones del mundo que serían impactadas por la vibración en los sentidos, no son concebidas como “pensamiento”, no son ideas, pues no son “complejas”, inter-relacionadas; sin embargo, es por ellas que se crea la noción de Gusto. No se trata de “hedonismo” del disfrute sin dolor, porque el son sabe que “el gusto algún día se convierte en llanto”; pero tampoco de un “presentismo” de “vivir el momento”, sino de la alternancia, que a veces puede ser condición: “éste mundo es una rueda, que nos mide por escalas”. No quiero dejar la idea estereotipada de l@s terracalenteñ@s hedonistas y presentistas, casi animales, que ya he mostrado proviene de la presencia africana en su cultura y genotipo; pero justo por éso, si de una necesidad de “disfrutar” de los “buenos momentos de la vida”, que es empática con otras filosofías regionales donde lo afro tiene presencia: como la Costa Chica, el Sotavento y la Huasteca. La noción de rapidez vibrante creo, hasta donde he notado, no se comparte de la misma manera con otras regiones culturales del país.
La pregunta ontológica ¿a qué venimos a este mundo? Que los antiguos mexicanos responden metafóricamente: “a traer flores, a traer cantos”, se corresponde en Tierra Caliente con el “tener gusto, ser del gusto” que ronda matizado de otras maneras en los narcocorridos de la región. “Gustar” es un criterio estético y ontológico que no es exclusivo de la Tierra Caliente, como se ve en los sones compartidos como El Gusto, huasteco; pero en la región creó un género musical propio: el gusto, opuesto y complementario del son. “Darse gusto” en la vida es importante, para “vibrar con la emoción” y “vibrar de emoción”. En Tierra Caliente ésa relación entre Gusto y Emoción es objetivada por los sentidos y éstos son impactados por la “vibración”, que se convierte en el medio para los mensajes: hay que gustar y hacer gustar, vibrar y hacer vibrar: “date gusto vida mía, que yo me daré otro tanto”.
En un sistema estético orientado a la vibración: ni sonidos apagados y “suaves”, ni colores “pastel”, ni canciones a media voz ni gritos “fingidos”. No hay puntos medios, de la modorra de la silla a la velocidad en la tabla.
Las emociones son “sentimientos”, percepciones del mundo que serían impactadas por la vibración en los sentidos, no son concebidas como “pensamiento”, no son ideas, pues no son “complejas”, inter-relacionadas; sin embargo, es por ellas que se crea la noción de Gusto. No se trata de “hedonismo” del disfrute sin dolor, porque el son sabe que “el gusto algún día se convierte en llanto”; pero tampoco de un “presentismo” de “vivir el momento”, sino de la alternancia, que a veces puede ser condición: “éste mundo es una rueda, que nos mide por escalas”. No quiero dejar la idea estereotipada de l@s terracalenteñ@s hedonistas y presentistas, casi animales, que ya he mostrado proviene de la presencia africana en su cultura y genotipo; pero justo por éso, si de una necesidad de “disfrutar” de los “buenos momentos de la vida”, que es empática con otras filosofías regionales donde lo afro tiene presencia: como la Costa Chica, el Sotavento y la Huasteca. La noción de rapidez vibrante creo, hasta donde he notado, no se comparte de la misma manera con otras regiones culturales del país.
La pregunta ontológica ¿a qué venimos a este mundo? Que los antiguos mexicanos responden metafóricamente: “a traer flores, a traer cantos”, se corresponde en Tierra Caliente con el “tener gusto, ser del gusto” que ronda matizado de otras maneras en los narcocorridos de la región. “Gustar” es un criterio estético y ontológico que no es exclusivo de la Tierra Caliente, como se ve en los sones compartidos como El Gusto, huasteco; pero en la región creó un género musical propio: el gusto, opuesto y complementario del son. “Darse gusto” en la vida es importante, para “vibrar con la emoción” y “vibrar de emoción”. En Tierra Caliente ésa relación entre Gusto y Emoción es objetivada por los sentidos y éstos son impactados por la “vibración”, que se convierte en el medio para los mensajes: hay que gustar y hacer gustar, vibrar y hacer vibrar: “date gusto vida mía, que yo me daré otro tanto”.
En un sistema estético orientado a la vibración: ni sonidos apagados y “suaves”, ni colores “pastel”, ni canciones a media voz ni gritos “fingidos”. No hay puntos medios, de la modorra de la silla a la velocidad en la tabla.
“Dénse gusto” y “dénme gusto”....
(28 de febrero de 2017)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Se breve, no insultes, cita tus fuentes: