Entre las fiestas del Corpus p'urhépecha, la que se realiza en San Ángel Zurumucapio, una población cercana a Uruapan, es extraña. Esta exe-gesis de una fiesta p'urhépecha es un homenaje para don Herón Pérez Martínez, quien me interesó en la posibilidad de hacer lecturas éticas de textos culturales que los propios preservadores explican de otra manera, a veces no coincidentes o empáticas; sin embargo, presentar otras interpretaciones ayuda al diálogo. Los niveles interpretativos no siempre son accesibles para todos y el tiempo aumenta la confusión, pues el cambio de contextos y la variación de los significados oscurecen los discursos; no obstante, las hermenéuticas ayudan a aproximarnos, socialmente, a interpretaciones más o menos consensuadas aunque no excluyentes ni exclusivas. A diferencia de otras fiestas de Corpus Christi, entre los p'urhépecha, donde los trabajadores de un oficio recorren bailando el espacio festivo, mientras lanzan juguetes miniatura de los objetos que producen; en Zurumucapio, el gremio de matanceros lanza al aire sangre, vísceras y excremento, con los cuales se embarran entre ellos y con los espectadores más entusiastas, mientras algunos bailan con los cueros crudos de las reses recién desolladas. Detrás de este "Corpus feo", o no sesï jasï, hay varios rituales que se podrían ver como relacionados con los realizados durante la fiesta de Zicuíndiro, en la que eran sacrificados los transgresores de la ley, a quienes se llamaba uázcata, "basura". En dicha fiesta aparecen dos dioses importantes para los pobladores habitantes del antiguo Michoacán: Xarátanga, diosa de la Tierra Caliente, quien tuvo su residencia durante algún tiempo en Zurumucapio, y Zicuirancha, asociado con varios sitios arqueológicos a lo largo del río Balsas.
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