Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
Corresponsal Azteca 21
Ciudad de México. 23 de enero de 2009. Con la intención de “mostrar
cómo el cuerpo del otro es utilizado por el poder (como hegemonía) en la
creación de estereotipos étnicos que se transforman en estereotipos
‘regionales’”, tales como negro, indio, mulato, guache, cocho,
terracalenteño, Jorge Amós Martínez Ayala escribió “¡Guache cocho! La
construcción social del prejuicio sobre los terracalenteños del Balsas”
(Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo y Programa de Desarrollo Cultural de Tierra Caliente del
CONACULTA, Morelia, Michoacán, México, 2008).
Este libro, la tesis de doctorado de Martínez Ayala, se presentó el
sábado 17 de enero en la Plaza de las Artes, del Centro Nacional de las
Artes, en el marco del II Homenaje a músicos de Tierra Caliente “Juan
Reynoso”, donde el conductor del evento, José Ángel Domínguez, se
refirió a Jorge como “el doctor Martínez Ayala”. Con motivo, pues, de
dicha presentación, entrevistamos al investigador moreliano de alma
terracalenteña.
Jorge, en síntesis, ¿de qué trata tu libro? Es una historia que muestra cómo se construyeron los estereotipos
sobre la gente y la región de la Tierra Caliente del Balsas, desde el
pasado prehispánico hasta la actualidad. El estereotipo negativo que
muestra a la gente como violenta, floja y dada a la sensualidad tiene
sus orígenes en prácticas culturales tangibles asociadas a indígenas,
africanos y sus descendientes. Términos como “guache” (niño o joven en
lengua de Michoacán) y “cocho” (procedente de mulato color “cocho”, es
decir, de color de pera “cocha”, café amarillento), que son muy comunes
en la región e incluso utilizados como gentilicios, tienen un origen
étnico. La razón de que tales términos étnicos y las imágenes vinculadas
a ellos (como descendientes de indígenas y africanos) sean negativos
tiene un sentido práctico: el dominio. En el pasado colonial, más del 50
por ciento de la población era indígena (tarasca, nahua, matlatzinca,
apaneca, cuitlateca, popoloca, etcétera) y entre 15 y 30 por ciento
afrodescendiente (africanos de Angola, Congo y el Sahel, pero también
negros criollos, mulatos cochos y sus múltiples castas), así que la
población criolla y española estaba en desventaja, para dividir a los
terracalenteños y justificar su control usaron estereotipos construidos
en torno a prácticas culturales antiguas y las asociaron a una moralidad
entendida de manera distinta. De esta manera, Tierra Caliente pasó a
ser, del paraíso de Xaratanga (una diosa de los placeres carnales), el
infierno en la tierra, donde hasta los árboles exudaban venenos.
¿Cómo
se pueden crear imágenes tan distintas de una región y sus personas?
Espero que el libro conteste a esta pregunta y evidencie que los
terracalenteños no son como el estereotipo, aun cuando éste sigue
usándose, por ejemplo en los narcocorridos actuales.
Dado que mencionas que es la visión de un descendiente de africanos y
que este fenómeno se ha estudiado desde otras visiones y otros cuerpos,
¿cuál es la importancia de aportar una nueva visión desde tu cuerpo,
desde tu yo?
En este momento ha llegado una propuesta al Congreso para que se
reconozca de manera legal la existencia de los pueblos negros en México,
de que la presencia de los afrodescendientes en nuestro país ha sido
importante, puesto que nuestros ancestros han contribuido a la cultura,
la política y la economía de la nación. En este marco, es necesario que
los estudios sobre afromexicanos los comencemos a hacer los
afromexicanos, además de los estudiosos de otros grupos sociales y
nacionales, pues la visión desde adentro tiene mucho que decir. Al
asumirme explícitamente como afrodescendiente, como mulato cocho
michoacano, estoy mostrando también una postura epistemológica y
política, una que conduce una investigación sobre estereotipos, los
cuales se han usado constantemente en el pasado y hasta el presente para
marginar al africano y sus descendientes de la toma de decisiones y la
construcción de la nación; pero, además, conmino a otros, que como yo
son conscientes de su identidad, para que lo expresen en sus ámbitos
laborales, sociales y familiares, para que se fortalezca el movimiento
político por el reconocimiento constitucional de los pueblos negros de
México.
Los estereotipos y prejuicios coadyuvan a la discriminación, en este
sentido, ¿tu obra busca erradicar éstos o contribuir a la integración de
los mismos dentro del conglomerado nacional?
Busca evidenciar que los estereotipos “regionales” (tales como
jarocho, costeño, cocho, etcétera) fueron generados como una forma de
discriminación y que debemos estar conscientes de que mucha de su carga
negativa sigue presente, por tanto, evidenciar su origen ayuda a
erradicar las imágenes negativas y resaltar las positivas, ayuda a
conocer mejor al conglomerado multicultural que forma la nación mexicana
y, por tanto, a que otros mexicanos se reconozcan como
afrodescendientes, se enorgullezcan de su pasado cultural y lo expresen
de manera abierta, para que este colorido mosaico que es México quede
mejor delineado. El cocho terracalenteño es en parte heredero de las
valoraciones negativas del mulato cocho colonial, pero también de su
cultura: de su música, su baile, su poesía; monumentos no tangibles de
gran importancia y que deben ser reconocidos como tales, junto a
Teotihuacan o la Catedral de Morelia, por decirte algunos.
Háblame del proceso de investigación, de la labor de campo, de tu
aproximación a la Tierra Caliente, entendiendo que esta región
geográfica también determina o incide en la conformación de esos
prejuicios y de una identidad.
Bueno, soy del oriente de Michoacán, con familia en el valle de
Quencio y en las laderas hacia la Tierra Caliente, una parte de mí es
abajeña, del Bajío, y otra es terracalenteña; con tíos abuelos en
Jungapeo y más abajo, sin embargo, unas tías abuelas siempre hablaban
mal de “esos de la camisa sacada y los huaraches tres correas”, es
decir, de los terracalenteños. Al entrar a la universidad volvió el
conflicto, y entraron las terracalenteñas con sus faldas cortas y su
desparpajo. El interés vino de manera más reciente hace cuatro años,
buscaba hacer un doctorado y un tema que tuviera que ver con la
población afromexicana, pues dos trabajos previos en licenciatura y
maestría versaban sobre el tema, además de vincularse con tradiciones
(en el Bajío y la Meseta Tarasca), así que seguía Tierra Caliente y, por
supuesto, la música y el baile. Por lo tanto, inicié siguiendo a muchos
músicos y bailadores (varios de los cuales murieron durante la
elaboración del trabajo, por su avanzada edad), y de pronto, sin que lo
buscará, salió el núcleo del trabajo, donde se ve cómo se construye el
estereotipo y también cómo se critica por el terracalenteño; así que al
prejuicio legalizado en lo jurídico durante la época colonial, el mulato
cocho responde con las coplas, y es aquí donde la tesis aporta, pues ve
en la voz de quien enuncia el verso en la lírica tradicional al cocho y
al huache, quienes usan el fandango como una arena de conflicto que,
además, les es favorable; en el fandango no importa cuánto dinero
tengas, si tienes títulos nobiliarios o universitarios, si eres guapo o
muy valiente, ahí la capacidad para tocar, bailar o improvisar una
malagueña es lo que cuenta, y así negros e indios pueden obtener la
supremacía sobre los criollos y españoles. De esta manera, la tesis de
200 cuartillas se resume en dos composiciones líricas que muestran la
lucha centenaria: un proverbio abajeño (del Bajío) y una copla. “En
Tierra Caliente sólo borracho, loco o con la mujer de otro”, dicen mis
parientes del Bajío. “Tres cosas hay en el mundo/ que causan mucho
placer/ vivir en Tierra Caliente/ bailar y tener mujer”, contestan mis
parientes cochos de tierras abajo. Así que la lírica no es un adorno en
la tesis, es una fuente valiosa de información, la que muestra la
postura del afrodescendiente, su crítica al sistema colonial, a la
discriminación y a la opresión social, política y cultural; es aquí
donde podemos encontrar la voz del excluido. Por ello es importante, en
estos momentos de reivindicación identitaria, retomar a la tradición
como estandarte, como discurso político, además de legado cultural, de
los afromexicanos.
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