La ciudad de Morelia tiene un nutrido ciclo anual de fiestas. Unas cívicas, alentadas por el gobierno del estado, vinculadas con una activa participación de los habitantes de la capital michoacana en los hechos históricos más relevantes para el país; otras son propias de la Iglesia católica, dado que la ciudad es sede de un arzobispado y ha tenido entre sus moradores a dos cardenales; por último, hay una serie de festejos populares, algunas veces ligados con las fiestas cívicas y otras con las eclesiásticas, aunque también las hay con cierta independencia, como El Carnaval. Esta separación entre lo laico y lo profano es más una perspectiva de los estudiosos que una realidad cotidiana.
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