sábado, 23 de mayo de 2020

¡Échale un quinto al piano… o púchale al mp3! Un recuento de fuentes fonográficas y la necesidad de una fonoteca de Michoacán

Desde fines de los años ochenta los casetes iniciaron la debacle del acetato, muy pronto el disco compacto la de aquéllos, y los archivos digitales mp3 —que compactan la información y nos permiten almacenar 30 o 40 discos compactos en dispositivos apenas del tamaño de un paquete de chicles— sustituyeron los demás formatos. Los discos de vinilo y sus fundas de cartón con fotografías e información impresas fueron desechados, el nuevo dispositivo que reproduce música grabada sólo concede el nombre del intérprete y el título de la pieza, a veces asocia una imagen, pero nada más. Las enormes colecciones de discos de algunos sibaritas amantes de Euterpe fueron rematadas en las librerías de viejo, cuando no mandadas a la basura, ahora todo debe caber en la palma de la mano, ser portátil, móvil, bluetooth de lo contrario será una “victrola”.

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