Bailar para el turismo. La “Danza de los viejitos” de Jarácuaro como artesanía
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UNAM, 2017 |
Cualquier sábado en la tarde, en la plaza principal, algún restaurante u hotel de Pátzcuaro, se aglomera la gente ante un trío de violín, vihuela y bajo que acompaña a 5 ó 6 jóvenes que bailan y fingen ser unos ancianos; los danzantes portan una máscara que cubre su rostro, visten ropa de manta bordada, un zarape de colores fluorescentes, un bastón y un sombrero adornado con listones de colores que cuelgan radialmente del ala. Los turistas toma fotos o los graban en video, se llevan de “recuerdo” una imagen “típica” de Michoacán; al terminar la danza, arrojan unas monedas al sombrero de los bailadores que pasan a pedir una “cooperación”. El municipio, que persigue a vendedores ambulantes y otros artistas callejeros, tolera a la “Danza de los viejitos”, es parte de la ambientación de la ciudad, algo moderno con “pátina de antiguo”, como la pintura blanca y rojo óxido de las casas, o las sillas de herraje y tule de los cafés y restaurantes de los portales. Los espectadores están seguros de ser partícipes de un rito antiquísimo.
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