sábado, 23 de julio de 2022

Emigdio Galán Anacleto

 

15 de junio de 1936 se unieron en matrimonio Emigdio Galán y Elpidia Navarro. El novio era un filarmónico de 25 años, hijo de Epigmenio Anacleto y de Ma Asunción Galán; pero como había sido registrado como “hijo natural”, recibía primero el apellido de su madre y luego el del padre. La pretensa, como decían en la época, fue Elpidia Navarro de 23 años, célibe, hija “natural” de los finados Feliciano Merlán, tamborero, y de Ma Félix Navarro.
        La pareja procreó a Edelmira, quien nació el 16 de diciembre de 1937, y fue registrada un mes después; según testificaron Juan Francisco y Arnulfo Salmerón, mayores de edad. lamentablemente murió a los 11 meses, a causa de “convulsiones”, sin asistencia médica.
        Emigdio Galán fue filarmónico y la segunda pareja de Carlota Rojas, ejecutante de la guitarra en la orquesta femenil de Tlapehuala, quien enviudó a los 21 años de Eulogio Giles, muerto a balazos en 1938. Carlota fue comadre del músico Nicolás Salmerón y de su esposa, también dedicada a la música, la violinista Ma Guadalupe Navarro.
        Los músicos de los valles del Balsas y el Cutzamala tuvieron un alto índice de “hijos naturales”, también era usual la bigamia y la poligamia. Don Emigdio no fue la excepción, el 10 de mayo de 1948 nació su hijo Antonio Pineda, en Santa Teresa, perteneciente a la comisaría de Paso de Arena del municipio de Coyuca de Catalán, cuando tenía él 40 años; habido con Eustreberta Pineda, de 20 años, ocupada en las labores domésticas e hija de Rosendo Pineda y Alejandra Duarte, ambos de Santa Teresa.
        Un año después, el 8 de julio de 1949, nació en Tlapehuala su hija Elena Rojas, hija “natural”, habida con Carlota Rojas, de 42 años, ejecutante de la guitarra, hija de Dionicso Rojas, finado, y doña Merced Larios, que vivía
      Ello no quiere decir que dejó a su esposa Elpidia Navarro, pues todavía en 1952 registraron el fallecimiento de María Rosario Galán, de 9 meses, que murió de fiebre, atendida por el médico Gabriel Orduña Adán.
        Emigdio Galán Anacleto, filarmónico, murió de insuficiencia renal crónica el 30 de julio de 1973.  Su esposa fue Elpidia Navarro, hija de Feliciano Merlán y de Ma Félix Navarro, con quien contrajo matrimonio el 15 de junio de 1936, en Tlapehuala.
 

viernes, 22 de julio de 2022

Feliciano Merlán Santa María

 Feliciano Merlán Santa María, fue un tamborero de Tlapehuala. A decir de don Zacarías Salmerón, tocó con los hermanos Jacinto Rivera, ejecutante del violín, y Jesús Rivera, quien tocaba la guitarra séptima, pero también con el conjunto de los Salmerón, a decir de don Zacarías Salmerón.

        Don Feliciano nació hacia 1893, era hijo de Leonardo o León Merlán (nacido hacia 1868), y de Paula Santa María (n. 1867). Tuvieron a Juan (18 de marzo de 1885); Pedro que nació el 28 de enero de 1898 y murió por piquete de alacrán a los 8 meses, el 11 de octubre del mismo año.

        Feliciano Merlán Santa María se unió con María Salomé Salmerón Aquino, nacida en 1902, hija del filarmónico Hermenegildo Salmerón (n. 1865) y de Tiburcia Aquino (n. 1870). El matrimonio Salmerón Aquino tuvo además a Otilia, quien nació en 1895 y que tendría varios hijos con don León Merlán, cuando este era viudo, quien le superaba con más de 30 años de edad.
        En 1916 nació Teodoro Merlán Salmerón, hijo natural de los señores Feliciano Merlán y Ma. Salomé Salmerón; heredó el nombre y apellido de su bisabuelo.
        La abuela Paula Santa María, llevó a registrar a la niña María Carmen Merlán Salmerón, el 3 de agosto de 1919; la presentó como hija “natural” de Feliciano Merlán, su hijo, y de María Salomé Salmerón.
       Dos años después el abuelo León Merlán, de 46 años, casado, presentó ante el Registro Civil a su nieta María Encarnación, hija natural de Feliciano y María Salomé, el 28 de abril de 1921.
        Lamentablemente don Feliciano Merlán falleció de fiebre la madrugada del 2 de abril de 1923 en Tlapehuala. Murió a los 30 años de edad, era soltero, jornalero, mexicano, “de raza indígena”; según declaró su padre: León Merlán de 49 años, soltero, jornalero, e hijo también de Paula Santa María, que en ése momento vivía.
    Al morir don Feliciano Merlán su esposa, María Salomé, tenía 32 años, y estaba embarazada; así que el 17 de mayo de 1923 dio a luz a Pascuala, hija del finado. Fue presentada por su abuelo León Merlán el 21 de mayo, como la 5a hija del matrimonio, ambos mexicanos de raza indígena, y casados religiosamente. Don León Merlán de 57 años de edad, soltero, originario y vecino de esta población con habitación en la primera manzana, casa sin número.
        En 1930 vivía en la primera manzana de Tlapehuala, en la casa marcada con el número 19 León Merlán, de 58 años, ya entonces viudo, salador, con sus nietos: Guillermina Merlán de 16 años, J. Ezequiel Merlán, soltero de 14 años, Teodoro Merlán, escolar de 12 años, María Merlán, escolar de 6 años.
        Un año después don León Merlán y Otilia Salmerón tuvieron a su hija Justina Merlán Salmerón; quien se casó con el agricultor Rafael Martínez, de 58 años, el 3 de febrero de 1950 en Tlapehuala, ella tenía 19 años y había quedado huérfana.
        Don Feliciano Merlán tuvo otros hijos, que no pertenecen al clan Salmerón; por ejemplo: con María Félix Navarro procreó a Elpidia Navarro, nacida en 1913, quien a los 23 años se casó con el filarmónico Emigdio Galán, de 25 años, el 15 de junio de 1936, en Tlapehuala.
        El tercer hijo, Teodoro Merlán se casó en Tlapehuala el 19 de noviembre de 1941, tenía 25 años de edad, era soltero, se ocupaba como jornalero, originario y vecino de Tlapehuala; hijo natural de don Feliciano Merlán, finado y Ma. Salomé Salmerón, entonces viva. La contrayente fue Amancia Díaz Segura, también de 25 años, célibe, “con las ocupaciones propias de su sexo”, “hija natural” de los señores Miguel Segura, finado, y Macedonia Díaz, viva entonces.
    J.Ezequiel Merlán tuvo un hijo con la señora Apolinar de la Rosa, a quien llamaron Rogaciano Merlán de la Rosa, nacido en Tlapehuala el 24 de mayo de 1945; el padre tenía 26 años y era artesano, la mamá tenía 23 años y se dedicaba al hogar. Su abuela paterna, María Salomé Salmerón, vivía, y también sus abuelos maternos Benjamín de la Rosa y Julia Hernández.
        La hermana mayor Guillermina Merlán, de 35 años, tuvo un “hijo natural” con Maximino Galán, artesano de 25, el 24 de abril de 1947, en Tlapehuala. Le pusieron por nombre María Agustina Galán, nieta por línea paterna de Juan Galán, finado y Francisca Gónzaga, con domicilio en Tlapehuala.
        La mas pequeña hija de la familia, María Encarnación Merlán, no se casó, y vivía con su hermano Ezequiel Merlan, de 64 años, campesino, casado, en su casa de la calle en H. Colegio Militar, sin número. Falleció a los 56 años, el 19 de agosto de 1981, por un choque anafiláctico causado por salmonelosis, con asistencia médica, según declaró su hermano.
        Aunque fue breve la existencia de don Feliciano Merlán hemos visto que algunos de sus descendientes siguieron vinculados con la música.     

martes, 19 de julio de 2022

Un record imbatible..

 

El fin de semana se “registró” un Record Guiness en la ciudad de Morelia “bailando” Juan Colorado, los medios compartieron las escenas, drones y close-ups a los zapatitos blancos de las y los bailarines que con sus vestidos inventados en los años 60 “representan” a la Tierra Caliente... Amig@s que gustan de la música folclórica entusiasmados, algun@s hasta fueron a tocar y bailar... Todo parecería “bueno” o “satisfactorio” hasta que vemos que estas “marcas” (que usaré en lugar del anglicismo “records2) tienen sus orígenes en fondos oscuros de mentes maquiavélicas (y si no reconocen la maldad detrás de sus acciones, es que son tont@s).
Primero hay que preguntarse ¿quién está detrás de este acto? Si bien Rocío Vega salió en promocionales impulsando el evento, no es ella la artífice del evento, es la figura a la que se usa para convocar a la gente que la escucha a ella y le gusta la “música tradicional”. En este caso voy a usar música folclorizada, pues si bien son piezas tradicionales, se cantan por una “artista” que no es tradicional, pues se presenta en escenarios generalmente vinculados con el Estado, en eventos promocionales del mismo. A ella y otros grupos parecidos la siguen profesores de educación básica, profesionistas, estudiantes universitarios y, en general, un sector que podríamos decir tiene una “identidad nacionalista” apegada a la que desde los años 50 forjó el Estado mexicano, los cuales, además, paradójicamente se vinculan políticamente con las izquierdas, aunque hay de todo.
El titular de la Secretaría de Turismo, Roberto Monroy, y su equipo, son las mentes detrás de esta acción; a Monroy hay que recordarlo por la Pinchekuac, o como prefieren los medios acreditados: Kuinchekua: fiesta michoacana © (“fiesta” para el turismo, 4,500 espacios), que costó 10 millones y sólo uno dedicado a “sueldos” de los agradecidos 250 artistas “tradicionales” (entrecomillado porque hubo mucho folclorista disfrazado) que con 3 mil pesos vendieron su alma al turismo, pagados lamentablemente por la SECUM (nuestra secretaria Gabriela Molina, no tiene idea ni programa a desarrollar), en cambio, Roberto Monroy, quien ya fue Secretario de Turismo con Fausto Vallejo, otorgó a los hoteles los boletos que eran “gratis” para los visitantes al rentar una habitación en un establecimiento asociado, y con ello empezaron los embates a la cultura local y ya veremos ésta Noche de Muertos ©. Por lo pronto, 10 millones entre 4,500 asistentes, indica que cada boleto costó $ 2,222.22 pesos, por persona, no sería mejor invertir esa cantidad en promover la cultura mediante talleres de iniciación artística, si esos dos mil pesos se transforman en 900 talleristas, que reciban 5 boletos ($ 11,111.11), tendríamos cinco meses de pago a maestros para desarrollar talleres, si al menos cada uno tiene 10 alumn@s, entonces hay 9,000 personas que se benefician con sesiones de una hora durante 5 meses, que les dejan habilidades artísticas, criterios de apreciación, y un interés que ya no cesará.
La Pinchecuac© es un evento pato, versión Guelaguetza michoacana, orientada al turismo regional, no en vano el propio Monroy firmó un acuerdo de colaboración con Miguel Torruco (ahora Secretario de Turismo con Obrador), cuando este era Secretario de Turismo en la ciudad de México, gobernada por Mancera, para que la gente de la ciudad viniera a Michoacán y los de aquí fueran allá. Inventando el hilo negro, pues desde Cárdenas, se pensó en desarrollar la “industria sin chimeneas” y a ello se debe el detonante de Quiroga, Pátzcuaro y Uruapan como puntos de hospedaje y circulación por los pueblos de la Meseta, idea que puso en grave crisis ambiental a la región, pues en 1970, por ejemplo, cada familia de máscareros de Tocuaro pasó de hacer unas 200 máscaras por temporada anual (a danzantes que las encargaban), hasta hacer 200 máscaras diarias de viejitos, y no digamos ahora, toda madera de contrabando robada por las bandas de crimen organizado. Que todos olvidamos viendo zapatear viejitos en las plazas de los pueblos grandes y más en un escenario con luces, como la Pinchecuac (marca registrada). Pero a estos brillantes turistólogos, no se les ocurre que la "industria sin chimeneas" puede ser igual o más contaminante y destructora de ecosistemas (Riviera Maya y Costa nayarita, las más próximas en el tiempo); pero también de relaciones sociales y artísticas. Lo que ellos quieren es que el "turismo" (en realidad los hoteleros, restauranteros, agencias de viajes, etc.) recuperen las pérdidas de dos años de pandemias y antes, la guerra de Calderón, que como no se baja de su camioneta blindada cuando va a su casa de fin de semana en Tzintzuntzan no se enteró que desapareció el turismo de todo el estado de Michoacán). Así que el super secretario, cual anti Robin Hood, le roba a los pobres para darle a los ricos; le quita presupuesto de la Secretaría de Cultura y la transforma en “Eventos para el turismo”, claro que el discurso es el “fortalecimiento de nuestra cultura” y otras tonterías por igual.
Ahora le salió más "barato" el asunto (yo calculo unos 2 o 3 millones de pesos), pero no “gratis”, primero hay que pagar y someterse a Guiness World Records ©, pagar a un Equipo Creativo que ayuda a crear “la campaña perfecta para romper un record” invitar a un Adjudicador oficial de Guinnes World Records, para que, encaso de acreditarse, pueda usarse el Certificado Oficial, el logo oficial y sus “taglines”, en la propia página dice que “las tarifas varían según los requerimentos”. Para un record individual la solicitud cuesta 5 euros, mas iva, y 450 para lo más básico, que puede ser virtual. Hubo que pagar el templete y sonido donde estuvieron los músicos, claro, se les pagó a los músicos; además la propia agencia recomienda grabar el proceso, y para ello hubo que contratar un equipo profesional de grabación, que grabara con varias cámaras y drones el evento, y luego hiciera la edición. La invitación a los medios y sobre todo, que se sumen los 100 de “voluntarios” que van a ser quienes implanten la marca, y que sólo reciben las gracias por haber zapateado en el asfalto con sus guaraches con suela de madera.
Todo estuvo fríamente calculado, porque se trata de “crear una marca”, con algo que a nadie más le interesa “romper”, ninguna ciudad en Francia o en China querrá nunca jamás romper un “Juan Colorado” masivo, ni siquiera en México, en Coahuila tuvieron el suyo con 653 bailando “Danza de Matlachines” (2021), en Xalapa 2,370 tuvieron el suyo bailando “La Bamba” (2018), en Colombia se impuso una marca bailando salsa en línea con 343 videos publicados, aunque 5,000 bailaron en Cali, en 2020. La idea es atraer turismo para “ver romper la marca”, y de paso que consuman productos turísticos (eventos de este tipo), lo cual no estaría malo si no fuera transferencia de inversión pública, dinero de todos los michoacanos, que se “invierte” para que ganen las empresas hoteleras, que por cierto no son de michoacanos, nomas lean las letras chiquitas en los principales hoteles del centro histórico para darse cuenta que son cadenas internacionales (City Express, Best Western, Fiesta Inn, Holiday Inn, Arriva Hospitality Group, Howard Johnson, Horizont, Gamma Beló Hoteles), que tienen sus restaurantes que dan a la avenida, lugar ideal para tomarse una chela o un “coctel” y ver a los asoleados zapateadores darle duro al pavimento. Así es como, el mago Monroy, le saca dinero a Cultura y lo invierte en Turismo, y nuestra secretaria de cultura, tragando dulce poblano; pero ademas, tienen a tod@s ¡¡¡¡encantad@s!!!
La pregunta de ¿por qué no se hizo en Apatzingán? Es de todos comprendida, primero, porque el turismo no va a ir, segundo, porque el Estado mexicano y menos el gobierno municipal, van a garantizar la seguridad de los visitantes; sin embargo se usa la canción huapango compuesta en 1931, por Alfonso Esparza Oteo (director de la Orquesta Típica Presidencial con Álvaro Obregón, disuelta por Calles, y que está tocando cuando José de León Toral acaba con el dictador) y Felipe Bermejo (cantautor que participaba en la XEW en la Hora Azul de Agustín Lara), por encargo del gobierno de Michoacán, justo para eso, para traer turismo, pues la carretera a Guadalajara ya pasaba por Morelia (carretera federal 14), la zona del Lago de Pátzcuaro y mi General, me pongo de pie, como dice el buen Álvaro Alcántara, que hay que decirlo, se propuso traer turismo para "desarrollar" a las comunidades indígenas de la cuenca.
No sería mejor que, con ese dinero que se gastó en una campaña publicitaria de varias semanas y unas cuantas horas en el centro de Morelia, que hizo que se pasara dinero público al privado, gastando sumas millonarias en horas, se hubiera destinado en la formación de públicos infantiles en las zonas marginadas de Morelia y Apatzingán, quitándole gente al narcotráfico (la reconstitución del tejido social que tanto pregonan y que no hacen); pero no, es otra vez el discurso de que el “turismo” trae inversión y genera trabajos, claro, si usted es mucama, botones, cociner@, “hostess”, meser@, no vio nada de lo que pasaba por su trabajo, y claro que no le dieron un bono, por tal evento, tal vez le dejaron los $20 pesos acostumbrados de propina; sin embargo, hoteles, restaurantes, agencias de viajes si obtuvieron beneficios sin inversión, solo les quedó agradecer a tan eficaz político que está “recuperando” económicamente al sector, y eso es evidente, ya vemos otra vez decenas de autobuses en Quiroga, donde los turistas de fin de semana de las ciudades medias del Occidente vienen a comprar “artesanías industriales” chinas que los acaparadores de las grandes tiendas del pueblo “mágico”, hacen pasar por fabricación local, pegándoles a los artesanos que tienen que vender a precios ínfimos y en volúmenes, su propio trabajo; de nuevo, una transferencia de valor ( de riqueza) del pobre al rico, subsunción al capital. Y eso que no hemos contado las horas hombre/mujer que se invirtieron por los 900 bailarines, ni el costo de su ajuar, para que se “viera bonito” y ustedes, haciéndole el juego a los empresarios y políticos insensibles, compartan hartas fotos en sus redes.
Algun@s dirán que son un “agruras amargas”, pero es la verdad, les sugiero leer el periódico (aunque sea virtual) y enterarse de como la “4T” en Michoacán, son perredistas (Secretaria de Cultura, Gabriela Molina) y priistas (Secretario de Turismo, Roberto Monroy) realizando “alianzas” y acciones que agotan los escasos recursos públicos destinados a “cultura” en crear “atracciones tontas” para los turistas, que dejan su dinero a las multinacionales, y unos 20 pesos en propinas a los michoacanos que tuvieron que ver diferido el asunto, porque estaban tendiendo camas, lavando platos, sirviendo tragos y cocinando uchepos. Si eso es “inversión pública” entonces exijo nos muestren su Plan Estatal de Cultura, porque de turismo si hay...y no es nada amigable con el entorno ecológico, ni atento a la diversidad cultural, ni empático con los grupos sociales que votaron por Bedolla, que dice que es de MORENA... Ya nos veremos en la revocación de mandato... haber si el “record” no es imbatible.... si les gustó o no compártanlo como hicieron con las fotos de Coloradazo...y piénsele, porque luego se queja mucho

Benjamín Pastenes Vela "La Capilla"

 

Benjamín Pastenes Vela fue un filarmónico, músico de banda de viento, y sastre originario de Santa María, actual Nuevo Guerrero, en el municipio de Tlapehuala, nacido hacia 1915, hijo de don Pedro Pastenes y Urbana Vela.
En 1930 vivía la familia Pastenes en la casa número 55 de Santa María. El jefe de la prole era don Pedro Pastenes, entonces de 47 años, viudo, con sus hijos Benjamín Pastenes de 16 años, Eugenia de 14, Beatriz de 19, Pedro B. Pastenes de 10, y Brígido de 5 años.
El padre, don Pedro Pastenes, estuvo casado con doña Urbana Vela, madre de Benjamín y sus hermanos; pero ya viudo tuvo varios hijos con mujeres de Santa María, como Demetrio, que “falleció de piquete de alacrán”, el 6 de noviembre de 1935; quien fue hijo de Francisca Salvador, del propio pueblo. Don Pedro Pastenes fue amigo de Martín Luciano, quien aparece como su testigo varias veces, quien también fue músico, por lo que es probable que el propio don Pedro Pastenes tuviera una práctica musical no documentada hasta el momento en las actas del registro civil.
Don Benjamín Pastenes tuvo varias relaciones que desembocaron en familias, la primera fue Natalia Almonte, con quien no se casó y procreó varios hijos alternados con los habidos con Leovigilda Hinojosa, con quien si contrajo matrimonio civil.
Don Benjamín Pastenes se casó en Tlapehuala el 9 de diciembre 1944, con Leovigilda Hinojosa. En ése momento dijo tener 19 años de edad (en realidad tenía 29 años), estaba soltero, era filarmónico, originario y vecino de Santamaría, Gro. Hijo natural del señor Pedro Pastenes y de la difunta Urbana Vela. Leovigilda tenía 20 años de edad, era célibe, de “ocupación doméstica”, también originaria y vecina de Santa María; era hija legítima del extinto Francisco Hinojosa, y de la señora Maura Santamaría, que entonces vivía. Los pretendientes era “de raza mestiza, de nacionalidad mexicana”, según declararon los testigos; el contrayente presentó a Feliciano Peralta, de 28 años, casado, filarmónico como el pretenso, originario y vecino del poblado de Santamaría y J. Encarnación Torres de 19 años de edad, soltero, sastre, oficio compartido con el contrayente y como él, originario y vecino de Santamaría. La pretensa invitó como sus testigos a los señores Alberto Elías, de 53 años de edad, soltero, y Bulmaro Torres, de 20 años de edad, soltero, ambos agricultores, originarios y vecinos de Santa María.
La primera hija habida con Natalia Almonte, entonces de 28 años de edad, fue Ricarda, que nació el 23 de febrero de 1936, en Tlapehuala, el dijo tener entonces 25 años de edad, ser soltero, jornalero y vecino de la población. Aparecerá constantemente como su testigo Aurelio Torres, quien probablemente también fue músico. Un par de años después, fue registrado Delfino que nació el 24 de diciembre de 1937, como su cuarto hijo “natural”, registrado por doña Natalia Almonte. El 13 de septiembre de 1940 nació J. Eligorio Pastenes, registrado como en tercer lugar e “hijo natural” por “unión libre”. Un año después nació Carlos Pastenes, el 29 de septiembre de 1941, y dos años después nació Víctor Pastenes, el 16 de septiembre de 1942, ambos hijos de Natalia Almonte. Miguel Pastenes, también su hijo “natural”, nació el 29 de septiembre de 1946; tenía entonces 30 años, en “ocupación” declaró ser “artesano”, mexicano de Tlapehuala y doña Natalia Almontes, dijo tener 35 años de edad, ser “doméstica”, mexicana, también de Tlapehuala. Los abuelos paternos del niño eran Pedro Pastenes, de Santa María y Urbana Vela, ya finada; los maternos: Jesús Almonte, ya finado y Luisa “Wuitrón”, de Tlapehuala. El niño murió de paludismo a los 3 años, el 31 de octubre de 1949, sin asistencia médica, según declaró su tío Isidro Almonte, de 42 años, agricultor, casado, de Tlapehuala.
La familia con Leovigilda Hinojosa fue la siguiente. La primera registrada es Carmen Pastenes Hinojosa que nació el 16 de enero de 1948, en Santa María, anotada como “hija legítima” de Benjamín Pastenes, entonces de 33 años, artesano, mexicano, y Leovigilda Hinojosa de 24 años, doméstica, mexicana, ambos con domicilio en Santa María. Los abuelos paternos eran Pedro Pastenes, con domicilio en Santa María, pues Urbana Vela ya era finada, y los maternos: Francisco Hinojosa, de 40 años, agricultor y María Santamaría de 50 años, doméstica, ambos con domicilio en Santa María. Ése mismo año, el 27 de noviembre nació Virgilio, también en Santa María, y el padre se ocupaba como “artesano”. Un año después el 27 de octubre de 1949 nació Victoria Pastenes Hinojosa, pero Santa María había cambiado el nombre por “Nuevo Guerrero”; en el acta dijo don Benjamín ser “agricultor”, y su suegro, don Francisco Hinojosa ya era finado. La niña fue bautizada hasta el 11 de marzo de 1950, fueron sus padrinos Melquiades Pérez y Bartola Nabor.
Don Pedro Pastenes falleció el 24 de abril de 1957, en Nuevo Guerrero, de 68 años, viudo, hijo de Tomás de Aquino Pastenes y Margarita Modesto. Murió de “intoxicación alcohólica”, sin asistencia médica, según declaró su hijo Brígido Pastenes de 32 años, soltero, agricultor.
Probablemente esta rama de los Pastenes, de Santa María (ahora Nuevo Guerrero) eran parientes con doña Feliciana Pastenes, madre de J. Isaías Salmerón Pasténes, filarmónico, quien declaró, el 27 de octubre de 1916, en Cutzamala, que su madre falleció a los 51 años de fiebre; nacida en 1865, hija de Ramón Pastenes y María Cuadra. El propio Isaías luego de recorrer numerosos pueblos de los valles del Balsas y el Cutzamala, terminó su existencia en Nuevo Guerrero, en el pueblo materno.
Aquí terminan las referencias encontradas sobre la familia de don Benjamín Pastenes, filarmónico de la cuadrilla de Santa María, ahora Nuevo Guerrero.

Anastasio Valerio Andrés


Anastasio Valerio Andrés fue un filarmónico, hijo de Valentín Valerio y Anastasia Andrés de los Reyes, casados el 20 de diciembre de 1892, quien nació en Chuperio, municipio de Pungarabato, entonces Michoacán, en 1898. Fue registrado como “hijo natural” por su padre, entonces de 32 años de edad, jornalero, vecino de Chuperio. Aunque don Valentín presentó ante el Registro Civil a mas de 6 vástagos, en la mayoría de las actas aparecen como de “madre no conocida”; sin embargo, al registrar a Herculano, el 21 de noviembre de 1893, se registra como hijo de Valentín Valerio y de Anastasia Andrés. El señor Valerio murió a los 49 años de fiebre, el 26 de abril de 1910.
En el censo de 1930 aparece Anastasio Valerio viviendo en Temixco, Arcelia, con oficio de “platero”, entonces soltero de 29 años, con sus hermanos: Tomás de 19 años, Ángela de 22 años, y Virginia de 20.
La primera referencia de Anastasio Valerio, vinculado con la música, es cuando aparece registrado como “filarmónico”, junto a J. Jesús Carbajal, del mismo oficio, al ser llamados como testigos de Gumaro Mariano, para dar parte de la muerte de su hija Elena, de 4 meses. En ése momento, el 23 de octubre de 1923, ambos testigos era solteros y vecinos de Pungarabato.
La habilidad musical de Anastasio Valerio le llevó a probar suerte en la capital del estado de Guerrero, Chilpancingo, donde también encontró a su esposa; pues casó con Emilia Vélez, de 22 años, originaria de San Marcos, en la costa de Guerrero, el 15 de noviembre de 1943. En su acta de matrimonio dice trabajar como “filarmónico”, tener 37 años (tenía en realidad 45 años), y ser originario de Ciudad Altamirano.
Don Anastasio Valerio Andrés murió de cáncer de esófago el 1 de mayo de 1964, en Chilpancingo, atendido por el Dr. Javier Calvo. Aunque en el acta toman por nombre de su madre su apellido “Andrés” y colocan el apelativo materno, “de los Reyes”, como el segundo de don Anastasio. En el acta dice que era oriundo de Ciudad Altamirano, que tenía 65 años (en realidad 66), trabajaba como “filarmónico”, y dejó viuda a doña Emilia Vélez, entonces de 40 años, ocupada “de su hogar”, en la col. Cuauhtémoc de Chilpancingo. Entre los testigos aparece Silvino Martínez, de 48 años, filarmónico, con domicilio en la calle Quintana Roo y sin parentesco.
El señor Valerio ejerció dos oficios a lo largo de su vida, era platero, como su amigo Gumaro Mariano, y músico como Jesús Carbajal; lo cual no era raro en la región, pues el vínculo entre un oficio artesanal y el ejercicio musical aparecen constantemente; en particular, entre el gremio de plateros, como sucede con la familia Medrano de Coyuca, quienes también eran músicos. Otros artesanos que dedicaron su tiempo “muerto” en el trabajo a la música fueron: sastres, zapateros y peluqueros, que entre un trabajo y otro, ensayaban su repertorio musical.

lunes, 4 de julio de 2022

No todo es tarima... una reflexión externada obligado por Olinka Huerta

 

"El tambor de pie es el más grande instrumento musical amerindio, pero resulta que muchas veces no se le reconoce porque con frecuencia no está destinado solamente o estrictamente a ser un instrumento musical. Ustedes tienen aquí en frente un tambor de pie impresionante que son las trajineras de los canales del México central. Probablemente, la mayor parte del tiempo las van ver así y no se identifican como tambor de pie" (JÁUREGUI, 2015).
La primera vez que vi la clasificación del Dr. Jesús Jáuregui sobre las tarimas/artesas/tablas me pareció que a sus afirmaciones les faltaba trabajo de campo y eran más suposiciones estructuralistas que algo, llamémosle "intersubjetivo". No quiero decir que el Dr. “nunca” hiciera campo, o que las superficies sobre las que se zapatea, enumeradas en sus trabajos, no fueran producto de sus investigaciones de campo. Lo que afirmo es que, no en todos los lugares del occidente de México, el sistema estético vinculado al sonido en la fiesta es producido por los pies mediante un instrumento sonoro que amplifique el zapateo, o sea que, no en todos los lugares existen “tarimas” aunque se zapatee. A partir de aquí, cada que decimos, “tarima”, nos referimos también a las artesas y tablas, como superficies coreográficas y como instrumentos de percusión con el pie cuya configuración amplifica el sonido.
El error de incluir a las “canoas” como tarimas es producto de suponer que: toda superficie donde se percute con los pies equivale a la “tarima”; sin embargo, en los espacios donde se utiliza la “tarima”, como instrumento musical y espacio coreográfico, este objeto es construido y colocado por un especialista, la mayoría de las veces un bailador él mismo; instrumento que, antes de ser “usado”, es revisado y adecuado por los usuarios más destacados hasta dejarlo en óptimas condiciones para su uso.
En los sistemas estéticos sonoros donde aparece la “tarima”, éste es un elemento imprescindible, por tanto formal. En los espacios festivos del occidente de México hay momentos formales y momentos informales para la práctica estética de la música y el baile.
Las tarimas, tablas, artesas son construidas por especialistas, pueden ser “carpinteros”, “ebanistas”, o simples personas comunes dedicadas a otras actividades económicas en la región: vaqueros, pescadores, campesinos; pero que son “gente del gusto” y saben bailar, conocen las estéticas sonoras del sistema festivo local, por eso ellos se encargan de adecuar espacios y colocar la tarima.
Aunque haya varios tipos de maderas disponibles en la región (o en las madererías locales), usan en su construcción solamente aquellas que brindan el timbre y sonoridad considerada “bella”, o “adecuada” para “acompañar” la música de la región. Hasta el momento he notado que la parota se usa para los sonidos graves, la higuera, el haya y otros "pinos" para los agudos.
La tarima puede ser de propiedad colectiva, por ejemplo de un pueblo, que es administrada por las autoridades religiosas o civiles, quienes la “prestan” para las fiestas comunitarias o familiares y que puede estar, cuando no se usa, en un espacio público, casa de gobierno, templo, un portal, en el kiosco, o en la casa de la última familia que la tuvo en su fiesta, de ahí es llevada a su nueva ubicación. La tarima también puede ser de propiedad particular, de una de las familias de “gusto”, quien la “presta” o “renta” a otras familias. En el pasado hubo especialistas que iban de pueblo en pueblo, durante las fiestas, rentando su "tabla", cuya retribución además incluía que la “plantaran”, dejándola en óptimas condiciones para el “baile de tabla”.
En los espacios festivos también puede haber momentos informales, por ejemplo, en una cantina, pulquería, ramada, botanero, fonda o tienda, donde se reúnen los músicos a tocar, no siempre se desarrollan verdaderas “fiestas”; cuando esto pasa, no hay una “planeación” con anticipación, ocurren en el momento; por este motivo, puede ser que se utilicen objetos sonoros para emular a la fiesta formal, para que ello suceda se recurre a mesas, sillas, puertas, tablas de camas, etc. Aunque el momento es “informal”, la reunión que se convierte en “fiesta” (fandango, mariachi, huapango, bailecito) se “formaliza” con la incorporación de la “tarima”, aunque sea improvisada.
Esto no quiere decir que en los espacios profanos donde hay música (cantina, ramada, pulquería, botanero, fonda o tienda) no haya "tarimas" para que las usen sus clientes, pues también aparecen en momentos formales que se celebran en el lugar, volviéndolos espacios festivos formales y entonces se celebren fiestas religiosas, cívicas y familiares planeadas con antelación en la cantina, tienda, fonda, etc; por ejemplo, aniversarios, fiestas patrias, fiestas del barrio, cumpleaños y cuelgas del dueñ@ o trabajador@s.
Estos espacios festivos informales se desarrollan de manera espontánea, a veces después del trabajo, en el taller, la “obra”, en el ecuaro, milpa, cantera, corral o pesquería; en los espacios íntimos en el hogar, en los grupos sociales de esquina, en las asociaciones deportivas o eclesiásticas después de realizar sus actividades. La mayoría de las veces los "bailesitos improvisados" (un término que aparece reiteradamente en los archivos documentales del siglo XVIII y XIX ) se realizan sin instrumentos musicales formales y un bote de hoja de lata, una caja de madera, una botella de vidrio, pueden “sustituir” a los objetos sonoros que usualmente producen la música. Al canto y la percusión se le puede agregar un organillo de boca, una hoja de laurel, un peine con una hoja, que proporcionan la melodía. A ése “acompañamiento” musical se le agrega el baile, y aunque el zapateo se da en el suelo (cualquiera que sea su composición material), en los lugares donde el sistema estético sonoro incluye la tarima, implica que, si hay un elemento símil o equivalente, entonces aparece en el “bailecito improvisado”, el “fandanguito”, un amplificador del sonido de percusión con el pie para “echar relajo”, la tarima. A veces estos fandanguitos “crecen” y se vuelven verdaderas fiestas, se manda por los músicos, se trae o planta la tabla; pero en otras quedan como un momento efímero de diversión y desaparecen repentinamente, como aparecieron.
Al hacer una clasificación de “tarimas” es necesario preguntarnos si estos elementos efímeros que sustituyen por "equivalencia" a instrumentos musicales, incluido el tambor de pie ¿“entran” o no en la “definición” de tarima? Yo diría que, así como una “charrasca” (una quijada descarnada de burro o equino, usada como “raspador”) puede ser clasificada como un “instrumento musical idiófono de percusión”, así una canoa puede ser clasificada “tarima”; pero sólo desde una perspectiva ética y atendiendo al momento, no desde la óptica émica ni reconocidas como tales por la "gente del gusto" .
Si me pongo a zapatear sobre la pirámide del sol eso no la convierte en "tambor de pie", pues uso y función no son correlacionantes sin contexto. Una tarima se construye exprofeso para eso, para zapatear en ella y es clasificada por los usuarios y sus oyentes como tal, pero además calificada como “buena”, “sorda”, “dura”, “brillante”, “bofa”, “seca”, “suavecita”; incluso, da prestigio, o lo quita, a su constructor. No tiene una función secundaria, no es una canoa, ni sirve para amasar, es un instrumento musical, construido por un especialista para bailar sobre ella, como el arpa, aunque se tamboreé; mesas, puertas, o tablas (de camas), son implementadas cuando el baile no es "formal", cuando se trata de un "bailecito improvisado". Los bailes formales en el occidente de México tienen tablas de parota o higuera plantadas y tarimas o artesas de parota, de higuera, ayacahuite, haya, o cedro rojo, que un especialista construye y coloca; instrumentos que son probados en toda su superficie, analizada su sonoridad y criticadas por los bailador@s antes de la fiesta.
Una clasificación de las tarimas, más acertada, debería incluir una separación entre aquellos objetos sonoros formales, construidos para el baile, de aquellos que se usan para sustituir a la tarima y que, NADIE, desde una perspectiva émica, llamaría “tarima”, o usaría en un evento formal. Si uno lleva una mesa de cantina a un fiesta formal para que allí ocurra la fiesta, nadie bailará...ni locos, es un recurso de cantina y no necesariamente una "constante"; ahí se cae la clasificación de Jáuregui, pues incluye casos de excepción a los que les da el mismo valor de uso y función que aquellos elementos formales que las personas y las prácticas usan ex profeso para la fiesta. El equivalente es suponer que la botella de fanta y el peine como papel encerado como mirliton son instrumentos de la orquesta del mariachi, pa’ ponerlo en términos de la Declaratoria de la UNESCO; por tanto: que un arpa y la botella de fanta son equivalentes e "intercambiables”. Es por ello que a la afirmación de Jáuregui le falta campo.
Mi diferencia con Jáuregui no es sobre el “origen” (americano o “amerindio”) del instrumento, que al final no importa porque indios, criollos, negros de regiones, idiosmas y culturas variables la usan por todo el Occidente de México, sino en la manera en que construye su clasificación, sin poner una gradación y entender los casos de excepción. En éste sentido para mí no son “tarimas”, ni el palo volador, ni las mesas de cantina, ni las puertas tiradas en el piso, en todo caso, son objetos sonoros “equiparables”, “que sustituyen” al instrumento formal en un momento expontaneo e informal.
El carácter “formal” a la tarima, como instrumento musical, se lo da la construcción y su colocación por especialistas; pues esto materializa, objetiva, la estética sonora, la encarna. Si uno quiere conocer estas estéticas necesita preguntar a los bailadores y a los expertos en la fabricación y colocación de tarimas, además de platicar con los músicos.
No cualquiera puede poner una tabla en un hoyo en la tierra y volverla sonora, con un muelleo que ayude a tus rodillas y te permita zapatear sin lesionarte, con una cualidad de sonido optima.
Si no ha llegado uno a una fiesta antes de que planten la “tabla”, no se da cuenta de todo el conocimiento y habilidad del especialista. La tabla se manda hacer y cuando tiene un grosor grande produce una tabla “dura”, que no “muellea" y suena "ladina"; pero si es muy delgada, entonces "muellea" de más, saca a los bailadores, tiene un sonido débil y si le cae agua, se deforma. Si es angosta, no produce un sonido grave, ni permite girar sobre sí mismo. Aunque todas son "tablas", hay modelos, por ejemplo, además de la tabla lisa y ancha, hay quien coloca un agujero (o dos) al centro de la tabla para que “respire” y pueda sacar por ahí su sonido.
Usualmente un bailador es quien coloca la tabla", pero además, bailadores y bailadoras van subiéndose, sin música, y prueban el sonido; una vez hecho esto la “tabla” se quita se modifica el hoyo en la tierra, haciéndolo mas profundo, ahuecando las paredes laterales del pozo, o las cabeceras mas angostas. Luego se enjarra con agua y lodo, se suena la tabla, se coloca el cántaro y se “afina” con un tono usual en la mayoría del repertorio de la región, La o Sol. “Plantar una tabla” es todo, menos un hoyo y cualquier tabla de pino tirada, porque en la fiesta del occidente, mariachi, fandango, murga, baile de tabla, bailecito, cuelga, función, combate, el sonido de la "tabla" es central. Les gusta decir que se oye a kilómetros la fiesta.
Igual sucede con la tarima/artesa, no sólo se tira el árbol, se cubica y escarba, hay factores para que se haga una buena artesa/tarima, que día del mes se corta el árbol para que no se raje la madera al perder humedad, que tan ancho y largo debe ser, qué tan "grueso" se deja la parte donde se zapatea, dónde y de qué ancho los hoyos para permitir la salida del sonido y si no, se coloca sobre unos morillos que la levantan del suelo para que suene; por qué se prende alcohol en la superficie la primera vez que se va a bailar, en su "bautismo", como si fuera persona.
Si no se ha ido a ver cómo se coloca una tarima/artesa entonces piensa usted que sólo se carga y se deja en el suelo y ya...por eso digo que a la clasificación de Jáuregui le falta "etnografía" ¿Saber qué hacen para que el instrumento suene? La respuesta no es uniforme, depende del sistema sonoro festivo local; pues las tablas/tarimas/artesas no suenan igual en todas las regiones, las hay de sonido grave y profundo, en otros lugares les gusta agudo y chillante. Si no se tiene una tarima y se quiere que suene el zapateado, pues se improvisa, te subes a la mesa o quitas la puerta y sobre ella bailas, pero esos objetos no están construidos exprofeso ni por un especialistas para el baile, no responden a una estética sonora, sino ya se hubieran incorporado al sistema festivo y sonoro..
No cualquiera construye una tabla, tarima, artesa y no cualquiera las pone en el sitio de la fiesta formal; pero además, no cualquier superficie les gusta a los bailador@s, y por eso no cualquier objeto es TARIMA."