La primera vez que vi la clasificación del Dr. Jesús Jáuregui sobre las tarimas/artesas/tablas me pareció que a sus afirmaciones les faltaba trabajo de campo y eran más suposiciones estructuralistas que algo, llamémosle "intersubjetivo". No quiero decir que el Dr. “nunca” hiciera campo, o que las superficies sobre las que se zapatea, enumeradas en sus trabajos, no fueran producto de sus investigaciones de campo. Lo que afirmo es que, no en todos los lugares del occidente de México, el sistema estético vinculado al sonido en la fiesta es producido por los pies mediante un instrumento sonoro que amplifique el zapateo, o sea que, no en todos los lugares existen “tarimas” aunque se zapatee. A partir de aquí, cada que decimos, “tarima”, nos referimos también a las artesas y tablas, como superficies coreográficas y como instrumentos de percusión con el pie cuya configuración amplifica el sonido.
El error de incluir a las “canoas” como tarimas es producto de suponer que: toda superficie donde se percute con los pies equivale a la “tarima”; sin embargo, en los espacios donde se utiliza la “tarima”, como instrumento musical y espacio coreográfico, este objeto es construido y colocado por un especialista, la mayoría de las veces un bailador él mismo; instrumento que, antes de ser “usado”, es revisado y adecuado por los usuarios más destacados hasta dejarlo en óptimas condiciones para su uso.
En los sistemas estéticos sonoros donde aparece la “tarima”, éste es un elemento imprescindible, por tanto formal. En los espacios festivos del occidente de México hay momentos formales y momentos informales para la práctica estética de la música y el baile.
Las tarimas, tablas, artesas son construidas por especialistas, pueden ser “carpinteros”, “ebanistas”, o simples personas comunes dedicadas a otras actividades económicas en la región: vaqueros, pescadores, campesinos; pero que son “gente del gusto” y saben bailar, conocen las estéticas sonoras del sistema festivo local, por eso ellos se encargan de adecuar espacios y colocar la tarima.
Aunque haya varios tipos de maderas disponibles en la región (o en las madererías locales), usan en su construcción solamente aquellas que brindan el timbre y sonoridad considerada “bella”, o “adecuada” para “acompañar” la música de la región. Hasta el momento he notado que la parota se usa para los sonidos graves, la higuera, el haya y otros "pinos" para los agudos.
La tarima puede ser de propiedad colectiva, por ejemplo de un pueblo, que es administrada por las autoridades religiosas o civiles, quienes la “prestan” para las fiestas comunitarias o familiares y que puede estar, cuando no se usa, en un espacio público, casa de gobierno, templo, un portal, en el kiosco, o en la casa de la última familia que la tuvo en su fiesta, de ahí es llevada a su nueva ubicación. La tarima también puede ser de propiedad particular, de una de las familias de “gusto”, quien la “presta” o “renta” a otras familias. En el pasado hubo especialistas que iban de pueblo en pueblo, durante las fiestas, rentando su "tabla", cuya retribución además incluía que la “plantaran”, dejándola en óptimas condiciones para el “baile de tabla”.
En los espacios festivos también puede haber momentos informales, por ejemplo, en una cantina, pulquería, ramada, botanero, fonda o tienda, donde se reúnen los músicos a tocar, no siempre se desarrollan verdaderas “fiestas”; cuando esto pasa, no hay una “planeación” con anticipación, ocurren en el momento; por este motivo, puede ser que se utilicen objetos sonoros para emular a la fiesta formal, para que ello suceda se recurre a mesas, sillas, puertas, tablas de camas, etc. Aunque el momento es “informal”, la reunión que se convierte en “fiesta” (fandango, mariachi, huapango, bailecito) se “formaliza” con la incorporación de la “tarima”, aunque sea improvisada.
Esto no quiere decir que en los espacios profanos donde hay música (cantina, ramada, pulquería, botanero, fonda o tienda) no haya "tarimas" para que las usen sus clientes, pues también aparecen en momentos formales que se celebran en el lugar, volviéndolos espacios festivos formales y entonces se celebren fiestas religiosas, cívicas y familiares planeadas con antelación en la cantina, tienda, fonda, etc; por ejemplo, aniversarios, fiestas patrias, fiestas del barrio, cumpleaños y cuelgas del dueñ@ o trabajador@s.
Estos espacios festivos informales se desarrollan de manera espontánea, a veces después del trabajo, en el taller, la “obra”, en el ecuaro, milpa, cantera, corral o pesquería; en los espacios íntimos en el hogar, en los grupos sociales de esquina, en las asociaciones deportivas o eclesiásticas después de realizar sus actividades. La mayoría de las veces los "bailesitos improvisados" (un término que aparece reiteradamente en los archivos documentales del siglo XVIII y XIX ) se realizan sin instrumentos musicales formales y un bote de hoja de lata, una caja de madera, una botella de vidrio, pueden “sustituir” a los objetos sonoros que usualmente producen la música. Al canto y la percusión se le puede agregar un organillo de boca, una hoja de laurel, un peine con una hoja, que proporcionan la melodía. A ése “acompañamiento” musical se le agrega el baile, y aunque el zapateo se da en el suelo (cualquiera que sea su composición material), en los lugares donde el sistema estético sonoro incluye la tarima, implica que, si hay un elemento símil o equivalente, entonces aparece en el “bailecito improvisado”, el “fandanguito”, un amplificador del sonido de percusión con el pie para “echar relajo”, la tarima. A veces estos fandanguitos “crecen” y se vuelven verdaderas fiestas, se manda por los músicos, se trae o planta la tabla; pero en otras quedan como un momento efímero de diversión y desaparecen repentinamente, como aparecieron.
Al hacer una clasificación de “tarimas” es necesario preguntarnos si estos elementos efímeros que sustituyen por "equivalencia" a instrumentos musicales, incluido el tambor de pie ¿“entran” o no en la “definición” de tarima? Yo diría que, así como una “charrasca” (una quijada descarnada de burro o equino, usada como “raspador”) puede ser clasificada como un “instrumento musical idiófono de percusión”, así una canoa puede ser clasificada “tarima”; pero sólo desde una perspectiva ética y atendiendo al momento, no desde la óptica émica ni reconocidas como tales por la "gente del gusto" .
Si me pongo a zapatear sobre la pirámide del sol eso no la convierte en "tambor de pie", pues uso y función no son correlacionantes sin contexto. Una tarima se construye exprofeso para eso, para zapatear en ella y es clasificada por los usuarios y sus oyentes como tal, pero además calificada como “buena”, “sorda”, “dura”, “brillante”, “bofa”, “seca”, “suavecita”; incluso, da prestigio, o lo quita, a su constructor. No tiene una función secundaria, no es una canoa, ni sirve para amasar, es un instrumento musical, construido por un especialista para bailar sobre ella, como el arpa, aunque se tamboreé; mesas, puertas, o tablas (de camas), son implementadas cuando el baile no es "formal", cuando se trata de un "bailecito improvisado". Los bailes formales en el occidente de México tienen tablas de parota o higuera plantadas y tarimas o artesas de parota, de higuera, ayacahuite, haya, o cedro rojo, que un especialista construye y coloca; instrumentos que son probados en toda su superficie, analizada su sonoridad y criticadas por los bailador@s antes de la fiesta.
Una clasificación de las tarimas, más acertada, debería incluir una separación entre aquellos objetos sonoros formales, construidos para el baile, de aquellos que se usan para sustituir a la tarima y que, NADIE, desde una perspectiva émica, llamaría “tarima”, o usaría en un evento formal. Si uno lleva una mesa de cantina a un fiesta formal para que allí ocurra la fiesta, nadie bailará...ni locos, es un recurso de cantina y no necesariamente una "constante"; ahí se cae la clasificación de Jáuregui, pues incluye casos de excepción a los que les da el mismo valor de uso y función que aquellos elementos formales que las personas y las prácticas usan ex profeso para la fiesta. El equivalente es suponer que la botella de fanta y el peine como papel encerado como mirliton son instrumentos de la orquesta del mariachi, pa’ ponerlo en términos de la Declaratoria de la UNESCO; por tanto: que un arpa y la botella de fanta son equivalentes e "intercambiables”. Es por ello que a la afirmación de Jáuregui le falta campo.
Mi diferencia con Jáuregui no es sobre el “origen” (americano o “amerindio”) del instrumento, que al final no importa porque indios, criollos, negros de regiones, idiosmas y culturas variables la usan por todo el Occidente de México, sino en la manera en que construye su clasificación, sin poner una gradación y entender los casos de excepción. En éste sentido para mí no son “tarimas”, ni el palo volador, ni las mesas de cantina, ni las puertas tiradas en el piso, en todo caso, son objetos sonoros “equiparables”, “que sustituyen” al instrumento formal en un momento expontaneo e informal.
El carácter “formal” a la tarima, como instrumento musical, se lo da la construcción y su colocación por especialistas; pues esto materializa, objetiva, la estética sonora, la encarna. Si uno quiere conocer estas estéticas necesita preguntar a los bailadores y a los expertos en la fabricación y colocación de tarimas, además de platicar con los músicos.
No cualquiera puede poner una tabla en un hoyo en la tierra y volverla sonora, con un muelleo que ayude a tus rodillas y te permita zapatear sin lesionarte, con una cualidad de sonido optima.
Si no ha llegado uno a una fiesta antes de que planten la “tabla”, no se da cuenta de todo el conocimiento y habilidad del especialista. La tabla se manda hacer y cuando tiene un grosor grande produce una tabla “dura”, que no “muellea" y suena "ladina"; pero si es muy delgada, entonces "muellea" de más, saca a los bailadores, tiene un sonido débil y si le cae agua, se deforma. Si es angosta, no produce un sonido grave, ni permite girar sobre sí mismo. Aunque todas son "tablas", hay modelos, por ejemplo, además de la tabla lisa y ancha, hay quien coloca un agujero (o dos) al centro de la tabla para que “respire” y pueda sacar por ahí su sonido.
Usualmente un bailador es quien coloca la tabla", pero además, bailadores y bailadoras van subiéndose, sin música, y prueban el sonido; una vez hecho esto la “tabla” se quita se modifica el hoyo en la tierra, haciéndolo mas profundo, ahuecando las paredes laterales del pozo, o las cabeceras mas angostas. Luego se enjarra con agua y lodo, se suena la tabla, se coloca el cántaro y se “afina” con un tono usual en la mayoría del repertorio de la región, La o Sol. “Plantar una tabla” es todo, menos un hoyo y cualquier tabla de pino tirada, porque en la fiesta del occidente, mariachi, fandango, murga, baile de tabla, bailecito, cuelga, función, combate, el sonido de la "tabla" es central. Les gusta decir que se oye a kilómetros la fiesta.
Igual sucede con la tarima/artesa, no sólo se tira el árbol, se cubica y escarba, hay factores para que se haga una buena artesa/tarima, que día del mes se corta el árbol para que no se raje la madera al perder humedad, que tan ancho y largo debe ser, qué tan "grueso" se deja la parte donde se zapatea, dónde y de qué ancho los hoyos para permitir la salida del sonido y si no, se coloca sobre unos morillos que la levantan del suelo para que suene; por qué se prende alcohol en la superficie la primera vez que se va a bailar, en su "bautismo", como si fuera persona.
Si no se ha ido a ver cómo se coloca una tarima/artesa entonces piensa usted que sólo se carga y se deja en el suelo y ya...por eso digo que a la clasificación de Jáuregui le falta "etnografía" ¿Saber qué hacen para que el instrumento suene? La respuesta no es uniforme, depende del sistema sonoro festivo local; pues las tablas/tarimas/artesas no suenan igual en todas las regiones, las hay de sonido grave y profundo, en otros lugares les gusta agudo y chillante. Si no se tiene una tarima y se quiere que suene el zapateado, pues se improvisa, te subes a la mesa o quitas la puerta y sobre ella bailas, pero esos objetos no están construidos exprofeso ni por un especialistas para el baile, no responden a una estética sonora, sino ya se hubieran incorporado al sistema festivo y sonoro..
No cualquiera construye una tabla, tarima, artesa y no cualquiera las pone en el sitio de la fiesta formal; pero además, no cualquier superficie les gusta a los bailador@s, y por eso no cualquier objeto es TARIMA."