sábado, 31 de diciembre de 2022

Un recuento de 20 años de encuentros... ENMT


En 2003 David Durán se enteró del II Encuentro Nacional de Mariachis Tradicionales, así que apuntó a Los Capoteños, él y la hija de don Chente, fueron de bailadores, y obtuvieron el reconocimiento, que no fue y NO ES un concurso, pero bueno a don Vicente y don Silvano no les quitan de la cabeza que "ganaron un concurso" de mariachis y en Guadalajara!!!
Esa ocasión David cargó, como siempre su cajón-tabla, y enamoró a varios que no sabían que el mariachi nació para acompañar el baile, luego, poco a poco, los grupos llevaron sus bailadores, pero nadie su tabla, porque no entienden el asunto del timbre, el cual se expuso en una conferencia, que, lamentablemente, no quedó recogida en las memorias del Coloquio del Mariachi. Se habló de que hay timbres que son característicos, porque son "deseados" por regiones, que en la cuenca baja del Balsas les gusta grave y en los Balcones agudos, que por eso unos bailan descalzos sobre la tabla y con botines en la tarima; pero aunque ya se bailan los géneros por jóvenes de las regiones, no vemos la investigación reflejada en la propuesta musical, o cuando menos, no vemos el hilado fino en la reflexión.
No obstante, jóvenes están bailando con entusiasmo y fortaleza, presumiendo que rompieron tarimas, tablas y artesas, como los viejos contaban que se hacía (lo cual causa gracia a todos, menos al dueño), mostrándonos que la tradición regresa con fuerza y entusiasmo en la ejecución y espero que, pronto, en la reflexión.
En ése momento no había niños, y los jóvenes salían de los ballets y grupos escolares; ahora vemos a niños y jóvenes de talleres y de las familias que están volviendo a enseñar la tradición a la nueva generación. Es un gusto verlos mirar (todavía no participar) en los "fandangos" (que siguen siendo un espacio de "competencia" y no de participación horizontal), es necesario ahora ya crear espacios para los infantes, fandangos/mariachis infantiles, donde las niñas y los niños toque y bailen y sean el eje y centro de participación.
También es necesario que las y los jóvenes tengan sus espacios, pero no pueden ser "libres", sino con base en algunos criterios mínimos que normen la convivencia de estos géneros lírico, musical y bailables, de tal manera que no quieran zapatear con sus "Miguelito" de ballet folclórico, ni todo lo quieran hacer como se "baila Jalisco", sino que estén atentos al ritmo y la cadencia, al volumen que dan en diálogo y no en competencia, que se empapen de las tradiciones vecinas y compartidas, pero sobre todo, que respeten las diferencias; para que no terminen "regañados" porque quieren bailar en la tarima de Tixtla, con golpes de "Los Altos" (según los balletes).
Es necesario garantizar que los grupos femeniles guíen el fandango, y que no terminen los más "gandallas" o los mas resistentes, tocando todo el fandango; pues, como dice la tradición "muchas gracias compañeros, que nos fuimos una y una". Una y una es la regla y si se toca toro se contesta toro, y si va menoreado va menoreado, y si es India, Malagueña, Rema, pos a improvisar verso, y si es "de paños" a lucir el paliacate, y si se cambia de tono, se cambia de tono; porque el fandango es "una competencia" cordial (entre músicos, bailadores y versadores) donde tod@s tienen cabida, y si no se contesta, entonces se deja "la banca" para el que si puede, o quiere, o está aprendiendo. Si no conocemos la secuencia y orden del fandango, pos hay que leer, porque afortunadamente, ya hay bastante escrito sobre el asunto.
Necesitamos que se garanticen espacios para el mariachi (como fandango) y yo diría a los organizadores que ya no se hable de fandango sino de mariachi. Si bien en muchas regiones se dice "fandango" a la fiesta, y en Colima y otros lugares el "fandango" era la agrupación musical, me parece que es tiempo de que se difunda que "mariachi" es la fiesta, es el grupo y es la superficie de baile. Así que los mariaches tocan en el mariachi, y que ese espacio sea garantizado por los organizadores y el hotel sede sepa que ése es el núcleo de la reunión. Cada cierto tiempo, de acuerdo con la gente que administra el hotel, o la policía o la gente del ayuntamiento, llegan a "callar" a la gente que está nutriendo a la tradición en su contexto lo cual resulta paradójico. Yo honestamente, no voy al "Coloquio", no voy al "Encuentro", voy al "mariachi" que se hace casi clandestino, en los estacionamientos, en los cuartos de hotel, en donde se puede, hasta en las obras del metro, como si la tradición no tuviera derecho a un espacio digno; ¡¡¡Que se esta bebiendo!!! Como si eso fuera "malo", pos el "mariachi" fiesta es para comer, beber, zapatear, comer y enamorar; cuando veo que una pareja sale abrazada para el elevador siempre pienso, para eso sirven los mariachis, para que la gente conviva, se conozca y del amor nazca un/a guachito/a que seguirá en el mariachi, tocando y bailando como su papá y su mamá; manque se vuelvan a prohibir y a Las Copetonas no les guste.
El mariachi/fandango es también conflicto, no lo niego, de hecho gracias a los procesos judiciales conocemos cómo se realizaban, pero no es su fin, y no es deseable, y por eso no lo pongo en mis escritos, porque cada generación decide qué recibe y qué lega, y aunque tengo varias historias de violencia, sólo las cuento cuando alguno idealiza de más y les refiero lo que me dijo don Carlos Limas, armonillero/vihuelero del jarabe y el arpa grande de La Huacana, quien a sus doce años, vestido de blanco se estrenó en un fandango/baile de tabla y hubo una pelea a cuchillo, el que perdió se abrazó de él y le embarró su sangre, se fue de este mundo dejando la fuerza de vida (ntu) en el traje del nuevo músico.
Ojalá nunca más un joven entre a la tradición así, y debemos desalentarlo, porque esta tradición que recibimos es violenta, patriarcal, etnocéntrica, pero no por eso voy a cantar versos contra los negros, las mujeres o los gays, al contrario, muy pronto tendremos conjuntos de arpa, tamborita, tambora y mariaches queer y tendrán que organizar los fandango-mariachi guiados por ell@s o elles (no tengo ningún problema en que la gente se autoadscriba con el género y la palabra que deseen). Toda generación que recibe un corpus y un proceso dentro de la tradición tiene que adecuarla a sus contextos y legarla mejor a las nuevas generaciones, así que versos nuevos, actuales, orientados a la poesía y menos al reto, a la descalificación del otro, o a la balandronada y soflamería inútiles.
Hace 10 años participé en el II Coloquio de Investigación sobre El Mariachi, se vieron pocos jóvenes y mujeres ir y venir. Algunas francamente se fueron porque las "vacas sagradas" y uno que otro becerro, somos bien machines, así que perdón por lo que me toca, me arrepiento de lo que hice y mea culpa. En esos XX años pocos jóvenes investigadores se han incorporado y contadas mujeres; algunos llevados por quien escribe y otros llegados por diversas causas; pero no por los investigadores adscritos a las instituciones como El Colegio de Jalisco, de Michoacán, el INAH, que tienen posgrados y donde se supone entran cada año o cada dos, jóvenes que quieren investigar a las artes performativas. ¿Un reclamo? No, una duda razonable.
La pregunta es ¿Cómo le hacemos para tener nuevos investigadores y gestores de otro tipo? Tengo una propuesta que luego compartiré, porque así como un grupo de amig@s de Música y Baile Tradicional A. C. impulsamos los talleres para niños y jóvenes, los festivales culturales, las publicaciones de manuales, los espacios performativos en la ciudad (El Huerto) y en el campo (El Astillero), ahora tenemos una propuesta que tiene que impulsarse por las instituciones, que es a quienes compete. Ya organizamos nuestro Diplomado de Gestión Cultural en Paso Ancho, y nuestro Diplomado Taller para Jóvenes Investigadores (El Estudio Transdisciplinar de los Bailes de Juego en la Tierra Caliente) este año, en Los Ciruelos, de Copuyo; sin embargo, no se puede, ni debe hacerse al margen de las instituciones que tienen ese cometido.
En 20 años el escenario se ha descentrado y ha perdido interés para algunos grupos de jóvenes; sin embargo sigue actuando como lámpara para atraer a la palomilla incauta. El mariachi callejero, en los barrios de Guadalajara y la zona conurbada, debe crecer, para ello, los propios grupos que asisten, deben entender que es tan importante treparse a un escenario con luces y micrófonos en Zapopan, como hacerlo en una esquina en Tonalá; incluso yo diría que es más relevante para la tradición hacerlo en zonas populares urbanas, que alguna vez fueron campo. Hay que tener una reunión en la noche en que llegan los mariachis (o grupos musicales del occidente) para explicar mecánicas operativas, razones para los procesos, y hacer una evaluación plenaria antes del “fandango” (que debe ser llamado mariachi) de cierre.
Entiendo que las instituciones muestran “resultados” a través de fotos que muestran plazas llenas, o con al menos un público ocasional suficiente; sin embargo, sigo pensando en que el Encuentro debe dividirse por regiones (aunque haya uno “nacional”) y que los estados presentes en la declaratoria deben tomar interés en participar, tal vez si los secretari@s de cultura de Jalisco invitaran a diversas actividades a los de los estados vecinos estos podrían entusiasmarse con la vitrina política (que es luego lo que les interesa) y entonces puedan invertir dinero y llevarse algunas actividades a sus localidades; con ello, el marichi se descentrará de Jalisco, que me parece debe ser un objetivo, pero entiendo que la SCJ no está muy interesada en que ocurra; pues en los imaginarios la asociación de “el mariachi es de Jalisco, y de Tecalitlán los sones, de Tequila su MEZCAL” es muy benéfica para sus intereses de promoción turística, sin embargo, al final es falsa y empobrece a las culturas musicales de México.
Hace una década nadie tocaba ya “guitarreado” a lo largo del diapasón, y gracias a Alejandro Martínez de la Rosa (nuestro tlacuache que robó el fuego de los dioses), ahora niños-jóvenes lo hacen, músicas de tradición lo retomaron y lo impulsan a niveles de maestría. En Zicuirán, hace 10 años, un conjunto de viejos que rondaban los 100 años tocaba y no había niños y menos niñas en el horizonte, ahora sus tataranietos y bisnietos “están a la orden”, como dice la maestra Ángeles que lleva 15 años llevando grupos de músicos viejos y danzantes jóvenes a quienes nadie pelaba. No había talleres en espacios urbanos y en los rurales no existía una buena percepción de los músicos tradicionales, como borrachos y no como ganadores de preseas.
Salvo las obras maestras de los pioneros, no había referentes escritos sobre la música, la lírica, el baile o las formas festivas. Nadie sabía sobre músicos olvidados en “sus agujeros” (don Leandro decía”...yo he sido ratón de un solo agujero..”), pues no habían salido a la ciudad. Ahora las cosas cambiaron, hay más de 30 publicaciones sobre esos asuntos, hay documentales, tesis de licenciatura a doctorado. Las niñas y niños asisten a talleres en pueblitos como Zicuirán, Arteaga, Copuyo, y ciudades medias como Arcelia, Apatzingán, Tepalcatepec, Altamirano, Tlapehuala, y en las propias capitales de los estados como Morelia, Guadalajara, y Colima pasan "niñes" y jóvenes con guitarras y violines.
20 años no es nada... cantó Gardel y en efecto, no son nada; pero hay que reconocer que, si bien los detonantes surgieron en espacios paralelos, fueron personajes en las instituciones de Jalisco, Nayarit, Colima y a veces en Michoacán quienes construyeron plataformas para que nos conociéramos los implicados y nos organizáramos. Sé que sus fines y los nuestros no siempre son coincidentes y que amigos e interlocutores como Ignacio Bonilla, Luis Ku, Marina Sarabia, Francisco Samaniega, el añorado Víctor Ávila, Mario Limón, Rodrigo de la Mora y ahora Juan Valverde, han puesto tiempo, ideas, trabajo y a veces, muchas veces, dinero para que se realice estos encuentros y coloquios.
Les reconozco el empeño y sé que les he causado dolores de cabeza, hígado y pesar; pero créanme que siempre fue porque quiero que estas formas artísticas performativas (llamadas mariachi, fandango, baile de golpe, baile de tabla) que compartimos por una buena parte del occidente de México sigan arraigadas en donde deben y en lo posible se diferencien de otras formas parecidas que migraron al escenario con el ballet folclórico (que no son "malos" pero no tienen en su seno a la comunidad), porque desde mi perspectiva, el mariachi y el fandango son espacios para que se conviva entre generaciones (de niñ@s a viej@s) entre regiones (del valle de Tixtla a los valles de Tepic, como dice La Amapolita morada) y de la Costa Náhuatl hasta la Costa Grande, subiendo por El Llano Grande y las Tierras Calientes, Los Balcones y las Laderas del Tancítaro, por El Bajío hasta Los Altos y los Llanos de Aguascalientes) son músicas que sirven también para la devoción (bailando danzas en funciones el día de La Candelaria, el Miércoles de Ceniza, San Juan y Santa Juanita, la Virgen del Rosario, a la de Zapopan, y a la de Dolores) y que nos fijan a la tierra, como decía mi abuela (y luego parafraseó, sin saberlo, el buen César Camacho, a partir de la ecosofía):

...Frijolito frijolito,
frijolito enredador,
no te vayas a enredar,
como se enredó mi amor.

La tradición es fuerte como caña de maíz, y nosotros nos apoyamos en ella, nos nutrimos de ella. Unos pintos, otros negros, hay alubias, y peruanos, chiquitos como frijol judío y grandes como combas o acocotes, todos necesitados de guía, y esa es, y será el mariache, fandango, tambora, arpa grande cacheteada, tamborita, cajón, y guachapeo.... Felices primeros 20 a todas y todos los implicados..

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