En la Libreta de Coplas de don Alberto Albarrán aparece transcrito una pieza llamada El Petróleo, que, a mi parecer, lo tomó don Alberto Albarrán de una hoja volante, pues no le coloca el género musical y lírico en el título. Usa el tópico decimonónico de la crítica a las “mujeres modernas”, con características marcadamente misóginas, que tal vez se escribió en la década de los veintes del siglo XX.
El texto está teñido con elementos de la propia “modernidad”, recordemos la prohibición a “andar en bicicleta” como en La Úrsula, porque se pierde la virginidad “y ya no vales ni cuartilla [25 centavos de peso]”, cantaba el Conjunto de don Antioco Garibay, en los años 40, río abajo en el propio Balsas. También se critica el corte de pelo, uno de los elementos considerados dentro de los parámetros de “la belleza”, en los entornos campesinos; por eso “Las Pelonas” aparecen en corridos, canciones y sones por muchos lugares del país: “...estaban las tres pelonas, sentadas en un petate... (el Norte)”, “... que los hombres usen falda, y las mujeres pelonas” (Tixtla). Me parece que en esos textos los argumentos conservadores no fueron generados en la localidad, sino en los espacios urbanos, por sacerdotes que imprimían novenarios, estampas, calendarios, sermones, revistas, periódicos católicos y otros recursos de literarios para los sectores populares; así que los “publicistas” populares que subían a Morelia, Toluca, Cuernavaca, Puebla, o la Ciudad de México, desde las Tierras Calientes, el Bajío y el Altiplano, llenaban sus ayates con hojas volantes con música, letras para cantar y pedir posada, pastorelas breves en verso, estampas de santos, vírgenes y cristos de devoción regional, que vendían en ferias comerciales, fiestas religiosas, mercados y tianguiz.
Estas imprentas populares tenían ideologías mas o menos públicas; las había “liberales”, que se oponían, lo humanamente posible, a los gobiernos dictatoriales, como la de Vanegas Arroyo, con el famoso grabador José Guadalupe Posada, pero también las había católicas. Los propios publicistas tenían posturas a favor de el Estado, la Iglesia Católica o los partidos liberales; así llegaban a comprar sus materiales a los sitios donde podían charlar y “formarse” una opinión, que en muchos sentidos era “pública” y estaba controlada por los sectores dominantes, a través del medio impreso.
Bajaba el “publicista” a vender cantando sus materiales impresos en papeles de colores fuertes, incluidos estos cantos misóginos que tenían una intensión ideológica bastante más oculta, vinculada en el contexto de las pugnas entre la Iglesia Católica y el Estado mexicano por evitar o alentar la secularización de la vida. Muchas veces ambos sectores coincidían, como en este ejemplo, de ver en la lucha de las mujeres por lograr espacios diversos en la vida pública, como un "ataque" a la moral, producto de sus conductas “livianas”, o “vanas”. La mujer “diletante y vana”, centrada en su “aspecto y belleza” aparece como tópico en la literatura decimonónica “seria” y “culta”, y es trasladada a los temas usuales en la literatura popular.
Voy a compartirles la pieza que se titula El Petróleo, parte de la Libreta de Coplas de don Alberto Albarrán.
Pues si queremos gozar
de lo mas ricos placeres
primero hemos de quemar
estas ingratas mujeres.
Pero hay siempre que advertir
que sin ellas nunca estamos
pues siempre no las quemamos
de algo nos podrán servir.
Las mujeres de estos tiempos
son como las cebollanas
en doscientos sale una buena
y ciento noventa y nueve vanas.
Mujeres sepan querer,
mujeres sepan amar;
pues si no saben querer
siempre las voy a prender.
Si alguna me sabe amar:
pues solo la querré
le ofrezco darle mi amor
a esa no la quemaré.
Si me quieren a mi solo,
pues solo las querré,
siempre buscaré petróleo
para poderlas prender.
El “humor” de aquella época, es difícil de entender para la nuestra, porque en el tiempo en que vivimos lo que causa es horror; tal como le sucedió a . Hablar abiertamente de “quemar mujeres”, incluso “si me quieren a mi solo”; “quemar” a las mujeres, propone el poeta, es un requisito para poder "gozar de los placeres", lo paradójico es ¿con quién, sólo con hombres? Me parece que este lapsus que, no quiero leer como “homosexual”, porque ello podría interpretarse como una postura “misógina” de otro grupo excluido y estigmatizado en la época (homoafectividad, me señala Ana Zarína Palafox, sería lo correcto), sugiere que el texto era mayor, en número de coplas, y que estas ausencias son las que vuelve “ilógico” el argumento; me parece que a las que quiere “quemar”, la voz masculina que habla en el texto, es a las mujeres “vanas”, “ingratas”, salvando aquellas “que saben amar”.
La crítica no sólo era “humorística”, hay un tópico donde esa “vanidad” es castigada por infringir la moralidad de la época mediante un “castigo”, no necesariamente “divino”, pensando en que las críticas venían también de los “liberales”, en en el discurso político; un caso ejemplar es “La Loca”, atribuida a Juan Reynoso, pero que, por lo mostrado hasta aquí, fue escrita con anterioridad, es probable que se encuentre entre las colecciones de hojas volantes, cancioneros y otras formas de literatura popular resguardadas en los archivos. En “La Loca” el lenguaje empleado tiene seguramente un editor urbano. Les comparto la versión de La libreta de coplas de don Alberto Albarrán, la cual apenas estamos trabajando para revelar el sentido de la escritura, pues justo en éstos textos, de carácter “culterano”, la escritura se vuelve difícil de interpretar porque para el propio transcriptor era difícil “entender” a cabalidad las palabras y su sentido.
Cuando estaba sola con mis padres
me querían con adoración
XX (todavía no comprendido)
y reniego mi cruel situación.
Corrido:
Ellos me querían ellos me adoraban,
como consentida del árbol su flor;
pero hoy en el día amores me acaban
por loca perdida ya perdí el honor.
Pero ¡Ay ¡Dios de mi alma!
¡Ya no hay que hacer,
por loca perdida ya perdí el amor.
¡Ya perdí, ya perdí, ya perdí!
Cuando estaba en mis primeros días
tenía amores sin comparación.
El semblante de un hombre me hacia
divagar mi feliz corazón.
Corrido:
Me escobeteaba, me hacía el peinado
con agua de olor, pues tal infusión
y ahí me pasaba poniendo cuidado
viendo a mis amores que adoraba;
Pero ¡Ay ¡Dios de mi alma!
¡Ya no hay que hacer, por loca perdida
ya perdí el honor, ya perdí, ya perdí!
Se acabaron mis tiempos pasados
y mi mente donde yo deseaba.
Me querían solteros, casados
y nunca conforme me quedaba.
** El mismo corrido
Me bañaba muy de madrugada,
me hacia el aseo como lo deseaba
y ahí me paseaba, pensando en el mundo,
pidiéndole a Dios, de ser bien casada.
Pero ¡Ay ¡Dios de mi alma!
¡Ya no hay que hacer, por loca perdida
ya perdí el honor, ya perdí, ya perdí!
Fin
Es necesario resaltar que este ejemplo es raro, pues son escasos los textos donde aparece una voz femenina; pero es necesario aclarar, aunque use el género femenino al construirse el verso y la copla, no fue escrita por una mujer, mostraremos como los argumentos son los que esbozaban los sacerdotes y hombres conservadores de la época, no los de las mujeres. “La Loca” fue escrita por un hombre, para que fuera cantada “como si” lo hiciera una mujer; por ello en las versiones cantadas por Juan Reynoso, y otros músicos de la región, hay siempre equívocos en el género, pues formados en una sociedad patriarcal, les es difícil cantar usando el género femenino e incurren en errores de la lógica del género en lo gramatical.
Digamos que en “La Loca” la que “habla” es una mujer, que recuerda “mis tiempo pasados”, como decía Félix Cruz, cuando vivía con sus padres y la “querían con adoración”. Su belleza se incrementaba con un constante aseo, “me bañaba muy de madrugada, me hacía el aseo como lo deseaba”, “se escobeteaba” (el equivalente a cepillarse, pero con una escobeta de raicillas) el pelo, se “hacía el peinado con agua de olor”, para ver a sus “amores que adoraba” y “ahí me paseaba, pensando en el mundo”. La mujer “moderna” urbana en México se bañaba y perfumaba.
La conducta descrita no necesariamente era bien vista en los espacios rurales, donde los discursos higienistas no habían llegado aún, pues sería hasta los años 30, con la creación de la Escuela Rural Mexicana que los profesores inculcarían la práctica del baño corporal y lavado de manos constante. Hasta el momento, los modelos de usos y prácticas corporales eran los que la Iglesia había gestado en el periodo colonial, prohibiendo la exhibición del cuerpo, la desnudez, y hasta el baño, pues era el inicio de la carnalidad, el deleite y el pecado. En el campo no había baños, ni siquiera fosas sépticas, incluso en muchos lugares de la Tierra Caliente actual, no los hay en las casas de poblados pequeños; el baño se hacía en la orilla del río, una vez a la semana, aprovechando el viaje para lavar la ropa, que muchas veces se ponía a secar, mientras se realizaba el baño, porque no se tenía otra muda.
Esta conducta higienista era vista como “vanidad” por los hombres conservadores de los espacios urbanos y del campo, sobre todo por los sacerdotes; pues el fin es “atraer”, “corromper”, “tentar a los hombres”, en el modelo de Lilith, contrapuesto a Eva, la madre. La voz poética “femenina” lo expresa mejor: “Me querían solteros, casados y nunca conforme me quedaba”, como un preámbulo para dar pie al castigo moral esbozado en el estribillo, o corrido, como le llama don Alberto Albarrán en su compilación:
Pero ¡Ay ¡Dios de mi alma!
¡Ya no hay que hacer,
por loca perdida ya perdí el amor.
¡Ya perdí, ya perdí, ya perdí!
La mujer vana, la que no “sabe querer”, la que no se une con un hombre, “pierde el amor”, “pierde la cordura”, expresada en un reiterado lamento: ¡Ya perdí, ya perdí, ya perdí! Es el “castigo” por una conducta nueva, considerada en la época por los grupos conservadores, como socialmente reprobable.
Al hacer el análisis de ambos textos vemos que la misoginia, contra las mujeres que incorporaban prácticas modernas a fines del siglo XX, era una estrategia ideológica para evitar que los cambios se propagaran en la sociedad, secularizándola. Los campos de lucha de esta pugna entre el Estado, la Iglesia y los sectores liberales de la sociedad decimonónica mexicana fueron los imaginarios sociales y la opinión pública manejados de manera sutil con las hojas volantes y cancioneros populares que los corridistas y otros “publicistas” vendían en espacios locales en el centro del país, en tiempos propicios, como fueron las fiestas cívicas, religiosas y populares.
Los músicos locales incorporaron algunas de estas piezas a los repertorios tradicionales; pero ahora necesitamos evaluarlas y pensar en la pertinencia de su transmisión a la siguiente generación, pues los textos no son “inocuos”, ni “valiosos” en sí mismos; las niñas y jovencitas (pero también los varones) que se aproximan a las artes tradicionales “aprenden” y memorizan estos textos misóginos que no tienen sentido en la actualidad, ahora más que nunca bañarse, lavarse las manos no tienen una carga moral, sino de salud pública; las mujeres que lo hacen, centradas o no en “embellecerse” no pueden ser reprendidas o estigmatizadas; las relaciones sociales entre jóvenes no pueden evitarse ni separarse por géneros.
Me parece que estamos ante un proceso necesario de re-escritura, pongamos por ejemplo, de nuevo a La Loca, una pieza musical bella, con algunas frase poéticas notables, pero cuyos objetivos y muchos de sus versos no pueden, ni deben permanecer en la memoria de las nuevas generaciones; por ello es necesario, reescribir la lírica, no para “volverla” inocua, o sin ideología, lo cual es imposible, lo que se requiere es “actualizarla”, hacer que siga viviendo, pero trasmitiendo otros mensajes, otros valores. Ahora estamos en la posibilidad de no aceptar la “simulación”, no se trata de que un varón finja una voz poética femenina en una nueva versión de La Loca, necesitamos que sea una poeta la que de voz a esta mujer que sufre y que en medio de su enfermedad se da cuenta de que ha perdido la cordura, lo que no debemos hacer es colocarle causas morales a ése proceso.
Aquí les dejo el reto.
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