Don Alberto Albarrán, violinista, miembro de la comunidad indígena de San Cristóbal, municipio de Ajuchitlán del Progreso, vinculado a la Iglesia (todavía no me queda claro cómo), suscrito a publicaciones periódicas de índole cultural que llegaban por correo, empezó a compilar coplas en un cuaderno de cargo y data, de contabilidad, con el fin de legarlas a sus hijos, "al que sea del gusto", aclaró.
La Libreta de Coplas de don Alberto Albarrán es un muestrario no sólo de la cantidad y "calidad" de coplas sabidas que había en la Tierra Caliente del Balsas, hacia el primer tercio del siglo XX, es una muestra de los valores asumidos por la sociedad local, de sus lógicas, relaciones de poder, desigualdades y exclusiones.
Aunque su compilador es un individuo, expresa valores compartidos socialmente; pues entre los versos podemos encontrar muchos que forman parte del repertorio actual de los conjuntos de tamborita, lo que nos muestra una continuidad en aspectos concretos del imaginario regional expresados en versos. En los siguientes párrafos les coloco un "análisis" preeliminar de lo que hemos encontrado en los textos, nada es definitivo y es con el afán de abrir debate.
Voy a ponerles mi visión, de un ego masculino, "heterosexual" (absoluto que puede ser cuestionado), afrodescendiente, abajeño, moreliano, plaximarxista de closet, reacio al diálogo, abierto a la confrontación, iconoclasta extremo, antinacionalista, antieclesiástico, matriota, chaparro, gordo y feo, nunca taxi. Este yo corporeizado y miope ha dejado escapar muchos elementos que será necesario cuestionar y reflexionar sobre la pertinencia de "legar" a las generaciones que nos siguen.
Voy a mostrarles estas afirmaciones parciales, pero quiero que las lean y luego, comenten sobre lo que pondré al final.
Además del gusto, el sentimiento terracalenteño se expresó en el lirismo en las “zambas”, el corrido y la canción. En las formas que podemos ver en la libreta son comunes expresiones estereotipadas usuales en las formas líricas mexicanas del siglo XIX, a partir de una voz masculina que se refiere a la mujer como: “¡Mi alma!”, “¡Mi vida!”, “mi bien”, “bien de mi vida”, “prenda adorada”, “prenda querida”, “prenda idolatrada”, “niña”, “dama”, “jovencita”; muchas veces mediante metáforas de aves, frecuentemente “paloma”, “palomita”; o flores: “azucena”, “malva rosa”, “flor”, “flor hermosa”.
El fin de la poesía lírica terracalenteña, y en muchas otras culturas, es despertar el afecto en la persona referida en los versos, y este proceso tiene fases. La súplica de la voz poética: “ten compasión”, “consuela mi corazón”, “no me hagas desprecio”, “no me hagas padecer”, a veces en un imperativo “quiéreme”, “dame un consuelo”, que develan los motivos ocultos.
Las referencias a sentimientos negativos se hacen en verbos en infinitivo, que dan un sentido temporal de continuidad “interminable", se siente “dolor”, no se para de “sufrir”, “llorar”, “nadie me ha de consolar”.
En ése momento el poder aparente en la relación de "pareja" lo ejerce la parte femenina que rara vez tiene voz en la lírica tradicional festiva y publica; pues se “reserva”, o se le constriñe a los espacios íntimos y cotidianos. Las mujeres cantaban cuando iban a lavar al río, ocasión que les permitía hacerlo a “capela” sin acompañamiento y a varias voces, porque sus manos estaban ocupadas en restregar ropa, niños y hasta perros. Las mujeres de la Tierra Caliente cantaban en otros momentos de la vida cotidiana, en los templos católicos y evangélicos de la región, en las procesiones, rogativas, velorios y velaciones, en los actos cívicos el Himno Nacional, himnos y marchas cívicas en los programas "sociales" impulsadas por las escuelas del Estado; pero hasta el momento, yo no me había preguntado si además de cantar ¿tocaban? ¿Qué tocaban, dónde, en qué momentos? En otras regiones, incluso en localidades del occidente de la misma Tierra Caliente, hubo mujeres con una actividad profesional en la música tradicional; pero hasta el momento, parece ser que la ejecución pública de la música era un “atributo” impulsado y “destinado” a los varones. Ello explica mucho de lo que sucede con los contenidos de las formas líricas.
El fin de una relación que se va estableciendo paulatinamente en una pareja, cuando menos en la canción tradicional terracalenteña, era llegar a la “apropiación” de la persona: “seré tu dueño”, “gozaré de tus amores”, “tu amor es para mí”, “les juro que es mía”, con un fin sexual que se vale, de nuevo, de la red semántica de la flor para insinuar el acto sexual con fines reproductivos: “sembrar en tu macetita”; acordes con la "doctrina cristiana", y que sugieren que el sexo debe darse dentro del matrimonio y sólo entre parejas heterosexuales con el fin de la reproducción social familiar.
En la lírica terracalenteña la reunión de los enamorados se expresa con felicidad: “que gusto tengo, ora que llegó mi amor”, “tu has de ser la consentida”, “tu serás la consentida”, en un sentido de futuro inmediato condicionado, “tu serás”, si...
Aunque pareciera que todo culmina con el amor de la pareja, surge entonces como tópico el problema del olvido tras la separación, casi siempre a lejana tierra “te vas a embarcar”, “adiós mi bella azucena”, por ello es menester, “no me olvides”, “tienes que acordarte”, de nuevo la voz masculina en imperativo, exigiendo la “fidelidad” en y de la memoria de la otra parte.
Ante la fragilidad de la memoria hay que recurrir a objetos que evoquen a la persona amada: “tu retrato quiero”, “te llevo en mi corazón grabada”, “te traigo en mi pensamiento” y mantengan el contacto simbólico en la distancia.
La separación y el tiempo traen el conflicto, esgrimido mediante el reproche: “¿Cómo has podido olvidarme?”, y de nuevo se exige: “no me pagues así”.
Entonces el objeto del deseo masculino se transforma en mediante el uso de antónimos que tratan a la mujer como: “ingrata”, “traicionera”, “pérfida”, “traidora”, “mancornadora”.
Esos tópicos y frases estereotípicas se combinan en la lírica tradicional. Aunque algunos están desde el periodo colonial, la tendencia al lirismo que “sufre” la canción romántica europea impulsa una expresión de los sentimientos en estilos nacionales latinoamericanos, surgen el “bolero”, la “colombiana”, “el bambuco”, la “canción criolla” en distintos países del ámbito caribeño y también en México, como la canción yucateca, la canción abajeña que perfilan unas formas a la “mexicana” en las diversas regiones del país; entre ellas, la Tierra Caliente.
Los gustos compuestos en los años 20 y 30 del siglo XX no van a escapar a esa tendencia, así que los tópicos y frases estereotípicas van a aparecer en ellos de manera clara y constante. El ejemplo más evidente de estos procesos fijados en el papel de La Libreta de Coplas se revela en el “Gusto del Tecolote”, una pieza tradicional que en sus coplas se refiere al tecolote y usa al animal como una metáfora de los desvelos de amor que sufre el poeta; pero en la versión compilada por don Alberto Albarrán, no aparece nunca nombrado el “animal”, las coplas se construyen con preguntas retóricas a la mujer deseada por no otorgar el amor, por la condiciones para ser amado, para quién se destina su amor, debido a que, ya se tiene un nuevo pretendiente, o amante, y ya no se quiere al poeta. Es más una canción lírica, en el sentido romántico del repertorio para salón del siglo XIX, que las bucólicas metáforas del fin del periodo colonial.
La Libreta de Coplas de don Alberto Albarrán es pues un documento invaluable para estudiar al corpus poético de la Tierra Caliente como una tradición viva, que se nutre de la oraliteratura de fines del siglo XVIII de la región, transita por el romaticismo imperante en los salones de la élite mexicana del siglo XIX, y llega a la popularización del gusto “culto” y su apropiación por los sectores subalternos. Así el género popular, sea gusto, son, zamba, o canción expresa, con cierto desfase temporal, las modas imperantes en la poesía de las élites en el periodo anterior.
En estos procesos fue fundamental el contacto con la literatura escrita popular, las hojas volantes, los cancioneros; pero también la propia práctica musical de los conjuntos de arrastre en los espacios festivos donde trabajaban para la élite de comerciantes, mineros y propietarios que traían a orquestas y bandas de viento para sus celebraciones desde Toluca, principalmente, y las villas de los Balcones de Tierra Caliente: Zitácuaro, Villa Victoria e Iguala. Las anécdotas de músicos campesinos analfabetas pero virtuosos, que “impresionan” con su memoria y habilidad a los “filarmónicos” que saben leer nota y han “estudiado” son bastante comunes; reflejan mucho del interés que tenía el músico de la tradición de “modernizarse” y “nacionalizarse”, coincidente con los procesos políticos que hemos sugerido que vivían en lo general en la región, como la ladinización e imposición cultural.
Hasta aquí todo iba “bien” hasta que mi hermana Sara me hizo notar que gustos “tradicionales” como El Petróleo, donde se propone, primero “quemar a todas las mujeres”, para luego sugerir “dejar algunas que sirvan” deberían revisarse y reflexionarse con detenimiento para proponer deconstruir y releer a la poesía tradicional. Ello me llevó a ver que, éste proyecto había sido impulsado, pensado, ofrecido, invitado a colaborar a puros varones.
Les compartí mis “avances” para que vieran que justo no había preguntado ¿por qué no aparecen las mujeres músicas en los relatos sobre la práctica musical en los valles del Balsas medio? ¿Por qué no pensé en invitar a mujeres a colaborar en la transcripción, el análisis musical, el análisis lírico y la historia regional “introductoria”? Ello me está orillando, después de aceptar que soy un machito de closet, hacer un “mea culpa” y ofrecer a las interesadas en colaborar un espacio. Hay varios problemas, no hay pagas, no hay muchas fuentes, es para ayer, pues el borrador pretendemos tenerlo en los primeros días de noviembre, para poder editarlo y tenerlo como regalo Navideño. Estoy consciente de los inconvenientes y de que no otorgo nada, nada, salvo satisfacciones a mediano plazo y bastante cuestionables.
Aquí viene la parte que me gustaría debatir con las posibles lectoras y potenciales colaboradoras ¿Qué hacemos con estos gustos, con estas coplas, con estos versos? Retomo el lugar común, “dejemos de romantizar... a la tradición” como algo inherentemente positivo, que necesita “preservarse”, “tal cual”, hay cosas que no pueden ni deben “dejarse pasar”, disculpar porque “así era la época”, “así era el contexto”, “así eran las costumbres”, “así eran las mujeres/hombres”. Hay cosas que no deben seguir..
Lo anterior esta vinculado con los procesos de fortalecimiento de las prácticas musicales en la región, pero donde, de nuevo, las niñas y jovencitas tienen una participación marginal, como “bailadoras” o ejecutantes de instrumentos considerados “menores”, como la tamborita. Hay ejemplos de niñas y mujeres jóvenes violinistas, ejecutantes de la guitarra, y claro, de la tamborita, pero siguen siendo pocas, desalentadas y “raras”. ¿Cómo las alentamos a seguir, y qué les proponemos "aprender", para qué, y claro, cómo?
El texto estuvo pensado en apoyar estos procesos de incorporación de las generaciones más recientes a las prácticas artísticas tradicionales de la región; pero con una visión social más amplia, lejos de los mitos del “genio”, del autor único, del usufructo sesgado de las “autorías”, de evidenciar los procesos mundiales y nacionales que inciden en la región y en los espacios sociales más pequeños, hasta la intimidad de la familia. Ahora lo pienso mejor y digo, llevo más de 100 páginas escritas, transcritas y apenas me obligaron a mirar que no están las mujeres, que había cometido, de nuevo, el error de “olvidarlas”, excluirlas, borrarlas de mis historias, de hacer genealogías por la línea masculina, y nunca haber preguntado ¿y su mamá tocaba, cantaba, bailaba? A esas alturas del texto la “tentación” de poner una “disculpa” y continuar es tentadora, porque “salva”, para mi solamente, un trabajo de campo mal hecho desde el principio; luego de meses de desveladas, quiero “dejarlo”; pero eso sería injusto para más del 50% de la población de la Tierra Caliente, que vive y ha vivido ahí; sería una afrenta para las señoras que nos alimentan, cuidan, guían, cada vez que vamos, que de manera discreta, calladas y humildes porque las hemos obligado a serlo, nos ayudan de múltiples maneras, explicando las preguntas a sus maridos sordos, complementando las anécdotas, revelando su propia prosapia genealógica artística y a las que no vimos, no oímos, y no preguntamos.
No quiero abandonar, pero quiero corregir, aunque sea en parte este error. Lo que se me ocurre es restablecer el equilibrio, en parte, construyendo los análisis de manera conjunta, necesitamos, un análisis musical de 30 piezas musicales compiladas en un par de cuadernillos pautados y que se están terminando de transcribir; un análisis de la lírica de la Libreta de Coplas de don Alberto Albarrán que también está en proceso de transcripción y edición; la realización de genealogías de familias y músicos (linajes musicales) de, al menos 50 personas (usando el sitio de family search); la investigación y redacción de una historia regional con centro en Ajuchitlán a partir de las fuentes electrónicas disponibles (los archivos siguen cerrados); la ilustración a tinta negra y papel, de los individuos de los que podamos obtener una imagen fotográfica. Los insumos documentales que podemos compartir son (imágenes de los textos musicales y líricos), las referencias trabajadas en family search y otros repositorios digitales disponibles, las imágenes de las anotaciones de mi diario de campo y una entrevista a don Dunstano Albarrán que hicimos para conocer el origen de su archivo particular, todo ello lo puedo compartir. Las fechas tentativas para el armado son la tercera semana de agosto, momento en que planeamos un viaje de campo a Ajuchitlán para buscar “faltantes” en la información y entregar un primer borrador del texto a algunos de de los dialogantes, con el fin de construir un texto más o menos consensado, que podría redactarse e iniciar los trabajos de edición editorial hacia principios del mes de noviembre para lanzarlo a la burocracia universitaria y conseguir los dictámenes, permisos y correcciones necesarias que lo deje en fila de espera de edición física; correr para llegar a formarse y esperar “techo financiero”, “mecenas”, “venta por adelantado”, “un milagro navideño”...¿Quién se interesa?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Se breve, no insultes, cita tus fuentes: