Paula Juan, tocó el clarinete en la orquesta que dirigió Filiberto Salmerón. Su esposo Salvador Flores fue hermano del músico Filiberto Flores, filarmónico, muerto en la toma de Tlapehuala en 1924, probablemente también tuvo una práctica musical.
La clarinetista María Presentación Juan Miranda fue “presentada” ante el juez en Tlapehuala, el 23 de noviembre de 1921, por su padre: Daniel Juan, entonces de 38 años, soltero, e hija de María David Miranda. Nació en la cuarta manzana del pueblo, en la calle de la Independencia (después llamada Guerrero), donde vivían varias familias de músicos y pirotécnicos con cuyas hijas formarían la orquesta.
En la calle de la Independencia, casa número 22, vivía don Daniel Juan de 46 años casado por lo civil con María David Miranda, entonces de 40 años, con sus hijos Anatolio de 16 años, soltero, nuestra biografiada Paula de 14, soltera, Eusebio de 10 escolar, Gelacia de 7 años y Gildardo de 6.
El 26 de mayo de 1930, en esa casa, de la segunda calle de la Independencia se presentó el juez para casar a los señores Daniel Juan con la señora María David Miranda, ambos mexicanos, católicos, de “raza indígena mezclada con blanca”, el primero tenía 46 años de edad, era “soltero”, agricultor, originario y vecino de Tlapehuala y “con domicilio en la casa donde se celebra este acto”, hijo natural de los finados Mateo Juan y Juana Bautista. Su esposa tenía 40 años de edad, era “célibe” jurídicamente, para la época “sin profesión”, originaria y vecina también de Tlapehuala, hija natural de Filomeno Miranda y Catalina Real, también finados. Aprovecharon el acto para legitimar a sus hijos menores de nombre: Bartolo, Paulina, Eusebio, Gelacia y Gildardo Juan que entonces vivían.
Paula se casó el 31 de marzo de 1937 en la casa paterna con Salvador Flores, entonces de 25 años de edad, soltero, obrero, originario y vecino de Tlapehuala, hijo legítimo de Francisco Flores, ya finado y de la señora Marta Quiteria que vive. Ella declaró tener 16 años de edad, soltera, sin profesión, originaria y vecina también de Tlapehuala, hija legítima de Gabriel Juan y David Miranda.
Al casarse su hermano Eusebio Juan Miranda con la señora Ma Leocadia de Nova, el 18 de diciembre de 1937, se presentaron como testigos a Ignacio Rojas y Eufrocino Salmerón que era su vecino, pero también firmó Juventina Rojas, una violinista de la orquesta que asistió al acto. Su hermano tenía 27 años y se ocupaba como “varero en pequeño”. Se divorció y se volvió a casar con María Purificación Flores Núñez, entonces de 17 años, hija de José Flores y Glafira Núñez.
Al casarse su hermana Gelacia Juan, a los 17 años, con Salvador Jaimes de 20, ejidatario, hijo del también ejidatario Francisco Jaimes y de Francisca Carranza se presentaron por testigos a Emigdio Galán, filarmónico, casado con Carlota Rojas, guitarrista en la orquesta, a Bardomiano Flores, también filarmónico reconocido de Tlapehuala, y Emilio Isidro entonces de 59 años de edad casado, comerciante originario y también músico, que tenía un son que le caracterizaba, pero como sucede con otros sones sin nombre y del repertorio tradicional, se ha atribuido su autoría a Filiberto Salmerón.
La pareja de Salvador Flores y Paula Juan llevaron a registra a su hija Maricela Flores, nacida el 4 de noviembre de 1950, nueve días después. El padre declaró tener 39 años, dedicarse al comercio. Ella tenía 26 años, y “doméstica”. Los testigos fueron dos comerciantes Bruno Bustamante, 29 años, y Álvaro Mojica, de 30 años, ambos con domicilio en Tlapehuala.
Aunque en las actas del Registro Civil no aparecen las prácticas musicales de la familia Juan Miranda, es evidente, por la aparición de varios músicos de Tlapehuala como testigos, tenían vínculos de amistad y probablemente también laborales. Aunque las otras mujeres músicos que participaron en la orquesta provienen de familias musicales y Paula Juan, aparentemente “no”, el que se haya casado con un miembro de una genealogía musical, como las y los Flores es también una probable explicación a su actividad musical.
Es interesante que doña Paula Juan ejecutara un instrumento musical de viento, los cuales socialmente se restringían en el siglo XIX para su ejecución por mujeres. Se pensaba que “deformaban” el rostro femenino al ser ejecutados, sobre todo los de boquilla circular (trompetas, saxhorn o “charchetas”, trombones, tubas) que exigían fuerza de expeler el aire; sin embargo, las flautas traveseras, los clarinetes y algunos saxofones eran considerados “adecuados” para las mujeres, según podemos ver en los programas escolares de las instituciones formales dedicadas a la enseñanza musical, como las Academias de “Niñas” o para “Señoritas”, las Escuelas Normales e incluso las universidades estatales.
El periodo de los años 30, hasta los 60, hubo un “abaratamiento” y disponibilidad de los instrumentos de viento, los cuales siempre han sido más caros en los contextos rurales que los de cuerda. Ello provocó el traslado de músicos de los conjuntos de cuerdas a las bandas; por ello, muchos linajes de músicos tradicionales ahora tocan en bandas de viento “modernas” (yo las llamaría “populares” por sus repertorios mediáticos); pero esa, ya es otra historia.
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