jueves, 11 de marzo de 2021

El valor de patrimonio aparece....cuando se pierde...(el bien patrimonial claro jeje)

 Todos los interesados en una práctica cultural y en sus derivados (los bienes culturales) nos hemos topado con la impotencia de dar a conocer su "valor" a propios y extraños. En no pocas ocasiones los que conviven con el preservador (o el bien) no aquilatan la importancia y marginan a la persona (o descuidan el bien), las autoridades suponen que su responsabilidad no es protegerlo o resguardarlo y los locales suponen que es a la autoridad estatal, o federal y viceversa a quien corresponde. Los que nos aproximamos siempre sabemos de "investigadores" que se "aprovechan" de ellos (personas y bienes), que los marginan o que no divulgan lo que han construido en diálogo con el preservador (o el bien).


El patrimonio cobra valor cuando se pierde, cuando el preservador muere, cuando el objeto desaparece de su entorno (es vendido al extranjero), o se destruye. El lamento es corto y la vida cotidiana vuelve. Ya luego, en ciertos momentos de nostalgia el recuerdo lleva a la reflexión sobre el error cometido al no haber aquilatado el valor de personas y objetos. Parece que ése es el destino del pasado, de los hombres y los bienes, desaparecer para ser recordado; pero ojalá el recuerdo se extendiera....en la mayoría de los casos, la memoria del patrimonio sólo dura una o dos generaciones, las que estuvieron en contacto con él y sus descendientes; el destino final es el olvido.
Esta reflexión nostálgica y romántica podría desembocar en el nihilismo: ¡Quémenlo todo! Al fin que su destino es perecer. No se trata de eso, sino de generar estrategias para darle "valor" al patrimonio. No se crea que el valor es sólo monetario, y que un templo rico en oro y platería sería visto como "valioso" por sus usuarios. El valor además del de uso y el de cambio (el económico) es de orden simbólico, ahí se encuentra el quid del asunto, ¿Cómo volver significativo al patrimonio? Primero para los "usuarios" del mismo, luego para las autoridades locales, y así seguir de abajo hacia arriba.
A las autoridades y los foráneos el "valor" patrimonial les parece que siempre es de orden pragmático, o de uso del bien, ¿Cuánto cuesta? ¿Cómo lo transformo en beneficio (económico, claro)? Si el bien no puede ser aprovechado para "venderse" como atractivo turístico, o comercial (tal es el caso de las artesanías), no tiene valor para la autoridad local, que generalmente esta vinculada con los grupos de élite política y económica que usan su posición de gobierno para beneficiar a sus allegados y controlar un territorio, a veces municipal, a veces regional, o estatal. Siempre que el patrimonio se "promociona" turísticamente es porque se piensa en los dividendos económicos que dejan los visitantes a los hoteleros, restauranteros, agentes de viajes, prestadores de servicios, que usualmente son controlados desde la centralidad en niveles hasta lo local, de la ciudad capital a las ciudades cabecera de las regiones.
Los foráneos separan el "valor de cambio" del valor de uso, el que tiene el patrimonio en su contexto local. Usualmente se aprovecha del desapego que los locales tienen para robarlo, y transferirlo a contextos ajenos donde el bien es apreciado por características que no tienen que ver con el uso ni con el sentido, o en todo caso cobran sentidos distintos: artísticos (estéticos) o históricos.
Me parece que es un error tratar de resaltar la importancia del bien a través del "valor de cambio", porque entonces se vuelve blanco de los traficantes y de los propios usuarios que lo piensan como un medio para transformar su situación económica. Ello lo vuelve vulnerable, y lo expone a ser extraído de su espacio usual de residencia.
El valor de uso cambia con el tiempo, a veces el bien se vuelve "inoperante" para la gente y decide cambiarlo, adecuándolo a una nueva realidad y contexto, o bien lo desecha en una lógica pragmática. Ello permite, a los que comercializan bienes desechados, darle un valor de cambio en nuevos contextos. El bien pasa de un uso cotidiano a un uso simbólico (estético o artístico). Quienes lo desecharon entonces se interesan en esos bienes, pero no en su valor simbólico (que no tiene sentido para ellos), sino de nuevo, en su valor de cambio. Ello permite al traficante ya no buscar los bienes, sino que éstos llegan a él. Exaltar entonces al bien por su valor de uso ante quienes lo desechan, no tiene sentido; exaltarlo por su valor estético (como simbólico) tampoco tiene sentido para quienes lo han dejado de usar; potenciar su valor de cambio, de nuevo, lleva a promover el tráfico de bienes en desuso y a su extracción de los contextos.
Entonces, la única vía posible es encontrarle nuevos sentidos simbólicos o usos al bien patrimonial, y a sus preservadores. Colocarlo en espacios que lo exalten como símbolo, y minimicen los valores de cambio. Ligarlo a la identidad local es, me parece una buena estrategia; pero para ello se necesitan acciones de difusión y divulgación en los espacios locales. Nadie cuida lo que desconoce. Dar a conocer la historia, los usos, el valor simbólico que ha tenido el patrimonio; pero sin vincular esto con el valor de cambio, me parece que es una estrategia útil y eficaz. La responsabilidad de esta acción descansa, en primera instancia, en las autoridades e instituciones del estado de diferentes niveles, de índole Educativo y Artístico, más que las encargadas de lo Turístico y Económico, que como he dicho, son pragmáticas y vinculadas a los grupos y élites de control económico. En seguida, de los propios preservadores y usuarios, quienes usualmente se dan cuenta de la importancia, pero no tienen ni los medios ni las estrategias para emprender la tarea.
Esta reflexión traté de hacerla sin vincularla a un patrimonio o bien patrimonial, o preservador, en exclusivo. Aunque tengo ejemplos para cada párrafo, pienso en Don Leandro Corona y otros músicos de La Huacana, preservadores del patrimonio musical que murieron en el olvido; tengo en mente objetos, como las guitarras de golpe de don Luis Becerril de La Huacana o los juguetes de Sshinda, de Juventino Rosas; imagino sobre lugares/ objeto como Nurío y Tupátaro; pienso en saberes como el proceso para hacer cuerdas de tripa que preservó y se llevó a la tumba don Rafael Ramírez o el de construcción de tamboritas de don Faustino Gutiérrez. El patrimonio son los bienes (objetos, procesos, narraciones, prácticas culturales) que una generación lega a otra, pero a la que se les da una carga significativa y sentimental como "legado"; toda práctica, bien, valor, sentimiento heredado es potencialmente un patrimonio, pero no toda práctica, bien, valor, es percibido como patrimonio por el grupo receptor. Esta puesta en "valor" de la práctica cultural es a la que me refiero en el escrito. Desde la perspectiva local, no todo lo que han/hemos heredado es un "patrimonio", no todo es considerado "relevante"; pero desde el punto de vista de los de afuera, puede tener "valor" de cambio, o simbólico (distinto al dado por los preservadores y sus herederos); por ejemplo, las puertas viejas, las trojes, las planchas de hierro forjado, radios de bulbos, bienes cotidianos que han caído en desuso ante radios/lectores de USB, puertas de hierro, planchas eléctricas, que los "herederos" cambian por objetos nuevos, venden por dinero (valor de cambio), sin entender porqué alguien hace una mesa con una puerta apolillada, o la coloca como puerta en su casa de la ciudad; estas personas que trafican, intercambian objetos, prácticas, músicas, tradiciones orales, de un ámbito, con un uso y un sentido a otro, aprovechan la "transferencia" del objeto para ganar dinero, les otorgan "valor de cambio" en el espacio local al bien, y luego le aumentan el "valor de cambio" en otro espacio local; quienes adquieren el bien con un "valor de cambio" superior al dado en su origen, lo hacen pensando en un "valor simbólico" que tampoco es el del lugar de origen, al volverlo un bien "artístico" le transfieren otro sentido de uso. La imaginería, tallas en madera, con pintura polícroma que se destinaba a representar santos en el periodo virreinal y durante el siglo XIX, tiene un valor de uso en los templos, cuando se venden a un coleccionista o a un museo, salen de su espacio de significado y adquiere otro al ser colocado en un museo, o la sala de un rico coleccionista. El comerciante de arte, el traficante, se beneficia de pasar el objeto de un lugar (espacio físico) simbólico (donde tiene un sentido para el propietario / usufrucuario), al entregar un valor de cambio distintos a quienes venden y a quienes compran.
....No quise poner los ejemplos, para forzar a quienes están charlando en redes sobre el asunto de Nurío a que piensen y propongan acciones, a mí se me ocurren varias....pero no es mi trabajo hacer las propuestas (en todo caso puedo orientar desde la lejanía y más de manera solidaria)... Estos ejercicios son de esgrima o boxeo de sombra... para proponerlos en los espacios donde sí tengo injerencia directa y responsabilidad.

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