Cada cierto tiempo veo que, quienes se aproximan a las artes tradicionales, tienen problemas con las “nomenclaturas”, es decir, las palabras que definen conceptos en los sistemas culturales locales. No quiero decir que no haya transitado por esas veredas, sino que, justo por eso, cada cierto tiempo hay que volver a reflexionar sobre la “homonimia”. Al platicar con alguna persona sobre sus prácticas culturales hay que evitar “dar por sentado”, suponer que los términos que usa son “conocidos” para nosotros, siempre hay que preguntar ¿A qué se refiere? Es muy común caer en los equívocos por homonimia, es decir, porque ellos utilizan palabras que también compartimos en nuestra habla (el sociolecto que usamos) entonces suponemos que son sinónimos, que refieren a la misma “cosa”, en el sentido del “res” latino, aquello que existe; pero muchas veces se refieren a conceptos distintos, la misma palabra refiere a otro “objeto”, cuyo sentido no es el que nosotros le damos. Pareciera extraño para los neófitos en el diálogo cultural que, usando el mismo idioma para comunicarnos y platicar, de un espacio regional a otro, o de una generación a otra, el sentido de las palabras cambie; sin embargo, es lo habitual. Los dialogantes que vienen de fuera (sobre todo los extranjeros) son menos propensos a caer en la trampa, porque desconocedores del idioma o del espacio social o geográfico, tienen menos reticencia a preguntar, para aclarar el sentido de lo que escuchan y ven; sin embargo, los que nos interesamos en los espacios locales o regionales donde vivimos, tal vez por soberbia, siempre tropezamos. La solución es la de parecer ingenuos, o tontos, y preguntar sobre aquello que se ve o escucha, como los niños proceden al ir conociendo el mundo, haciendo preguntas reiterativas sobre aspectos cotidianos y comunes a quienes los dicen o los hacen; incluso a riesgo de molestar a quienes entablan el diálogo con nosotros. No dar nada por supuesto y menos, porque “ya sabemos” algo, por pequeño que sea, porque lo que se pierde es, a veces, muy grande.
Sitio para compartir reflexiones sobre: las Artes Tradicionales Performativas del Occidente de México. Arte, Tradición e Identidades Sociales.
martes, 1 de junio de 2021
El problema de las nomenclaturas y la homonimia
Vamos a poner un ejemplo, porque nadie aprende en el vacío. Hay un problema insospechado cuando escuchamos el término “jarana”, por su carácter polisémico, pues tiene varias acepciones. En México es una fiesta, pero también, metafóricamente, a la pelea después del festejo. Es además un género musical de la península de Yucatán, donde a veces, también designa a las “coplas” que la acompañan. Puede ser un adjetivo que se adhiere a varios sujetos y objetos, por ejemplo: “sombrero jarano”, o bien un sustantivo: “jarano”, un sujeto alegre. Al platicar con alguna persona y esta habla de “jarana”, siempre hay que preguntar ¿A qué se refiere? Vamos a ver los “malos entendidos” cuando se refiere a un instrumento musical, pues como sabemos, en las culturas musicales de México, hay varios tipos de “jaranas” que no necesariamente tienen una relación cercana entre sí.
Empecemos por decir que en el sur del occidente de México el instrumento armónico más usual en el pasado era la “guitarra de golpe”, llamada así porque tiene una función armónica, fuertemente percusiva. Don Guillermo Contreras nos dice que instrumentos similares eran llamados en el pasado como: guitarra blanca, guitarra colorada, guitarra tuxpeña, o guitarra mariachera. El origen de las diferentes denominaciones “al mismo instrumento”, nos ilustra Contreras, se deben en un caso al material de construcción que daba un color al instrumento: guitarra blanca, si era fabricada con rabelero, por lo que tendría un color dorado; guitarra colorada, si era fabricada con cedro rojo. El uso del instrumento por los conjuntos de mariachis del Sur de Jalisco, Colima y la Costa Náhuatl de Michoacán le dio el adjetivo de “mariachera”. Tuxpeña se refiere al lugar de procedencia, tal vez de su fabricación en el pasado: Tuxpan, Jalisco.
La guitarra de golpe es un instrumento cordófono de mástil y caja de resonancia en forma de 8. Las dimensiones varían, pero tomemos como ejemplo una de don José Luis Sánchez, de Apatzingán, quien las construye con unos 90 cm de largo y con un tiro de cuerda de 57cm; con unos aros anchos de cerca de 15 cm., que le dan un sonido grave y profundo. Tiene cinco órdenes de cuerdas sencillas, que antes eran de tripa y ahora son de naylon, con varias afinaciones, la más usual en la Tierra Caliente es: 5a cuerda Re3, 4a Sol3, 3a Do4, 2a Mi3 y 1a La3; pero en Tecalitlán, y en otros lugres del Sur de Jalisco, es usual que la 3a sea Si4. La función del instrumento es fundamentalmente armónico percusiva, por ello al “mánico” o rasgueo se le conoce como “golpe”, en la región; aunque hubo músicos que podían tocarla armonizando la melodía, con una técnica virtuosa solista, sin perder el compás ni los acentos, o “golpes”. Usualmente la guitarra de golpe se usa para acompañar los sones en un “baile de golpe”, en un “fandango”, “cuelga”, u otra fiesta profana.
En la Costa Sierra (en los actuales municipios de Tumbiscatío y Arteaga) se le llama “jarana” a un instrumento casi idéntico a la “guitarra de golpe”; pero con los aros más estrechos, con un sonido “ladino” (agudo o brillante) y se usa para acompañar las danzas y minuetes que se bailan en las “funciones” religiosas a vírgenes y santos en la región.
Algunos músicos viejos recuerdan que don Dolores Gómez, don “Lolo” constructor de instrumentos, preguntaba a los clientes: ¿Pa’ qué la quieres (a la guitarra)? ¿Pa’ la fiesta o pa’ la danza? A partir de ahí entregaba, una jarana o una guitarra de golpe. A simple vista una “guitarra de golpe” y una “jarana” son “el mismo” instrumento; sin embargo, no se usan en los mismos espacios musicales, no tienen las mismas dimensiones y no tienen el mismo timbre. Suponer que lo son, sin estar atentos a lo que dicen y hacen los artistas tradicionales, equivale a decir que una viola es violín.
La pregunta que nos queda por hacer es si ¿estas “guitarras”, que Contreras identifica como equivalentes, en realidad no son el mismo objeto, sino distintos instrumentos, o instrumentos parecidos con funciones diferentes? Todavía estamos a tiempo de indagar si hubo variantes en su uso y sonido.
El uso del término sigue hacia el sur, por la Costa del Pacífico, en la Costa Chica también se usó un instrumento llamado jarana. Se trataba también de una llamémosle: "guitarra" de 5 órdenes de cuerdas sencillos; pero con cuerdas de metal y una afinación distinta a la que se usaba en la Costa Grande y la Tierra Caliente. Era fabricada, y lo sigue siendo en menor número, en Coicoyán de Las Flores, Justlahuaca, Oaxaca, por lauderos indígenas de idioma tu’unsavi, y por ello son designadas como “jaranas mixtecas”, por los estudiosos de las artes tradicionales, aunque los performadores se refieran a ellas sólo como: jaranas.
Éste instrumento desapareció de las agrupaciones en los años 50 del siglo XX, cuando la vihuela lo desplazó, como lo hizo con otras guitarras regionales a lo largo de México, por la estandarización promovida por la creación de un polo de desarrollo para la fabricación de instrumentos en Paracho, Michoacán, que proporcionaba instrumentos, baratos, en serie, para un mercado nacional dominado por las industrias culturales que promovían al mariachi. Aunque los lauderos de Coicoyan de las Flores siguen construyendo instrumentos musicales, no pudieron “competir” con los productores industriales y semi-industriales de Paracho; la vihuela "mariachera" fue más "fácil de conseguir", "más barata" y con "mejores acabados", se trata de procesos locales que se cruzan con las transformaciones en las economías nacionales y los gustos "globales", como el crecimiento de la “popularidad” del mariachi de masas.
Este breve recorrido por el Pacífico debería complementarse por el Golfo de México, donde de norte a sur las jaranas van transformándose en formas, tamaños, encordaduras, afinaciones y usos sociales; sin embargo, solo diremos que en México, "jarana" se refiere a una serie de "guitarras tradicionales" que cambian de forma, tamaño, número de órdenes, sencillos o dobles, afinación, construcción, técnica de ejecución, uso social y repertorio a lo largo de la geografía del país; pero además, es probable que aún no conozcamos todas las variantes. Así que cuando escuchamos a una persona con la que dialogamos sobre sus prácticas culturales y sus artes tradicionales hablar de “jarana”, hay que parar oreja y decir: ¿Qué es una jarana?
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