jueves, 9 de febrero de 2023

Esas son cochadas dijo el guache...

 ["Cochadas": en Tierra Caliénte dícese de las cosas mal hechas. "Guache": muchacho]

Hay quienes suponen que el censo del 2020 servirá para contar un "estimativo" de la población con un ancestro sudsahariano que vive en México; sin embargo, hay muchos supuestos que deben tomarse en cuanta o de lo contrario crearán problemas que invalidarán los resultados.
El primer problema es que desde la Costa Chica algunas organizaciones y miembros de la academia afromexicanista están "inventando" el ser "negro"/"afro" en México, cuando hay muchas variantes de la experiencia que deberían estarse indagando; pero como ahí cayeron primero los académicos pues se está "tipificando" como modelo "costa chiqueño" que determinará el formato del censo. Se trata de una región donde hay comunidades donde predomina el fenotipo sudsahariano y hay cierta continuidad entre poblaciones, además de ser el espacio donde se gestó un "renacer" de la identidad étnica usada como arma política, por lo que los discursos sobre lo "negro", lo "afro", o el vínculo imaginado con "África" están presente en las acciones políticas de ciertas organizaciones, y académicos, pero además, es un espacio que ciertos actores políticos ha visto como rentable clientelarmente y ahora políticos de los partidos nacionales presentes en la región utilizan también el discurso étnico como bandera de lucha. Estas organizaciones de la Costa Chica han usado desde hace un par de décadas encuentros "culturales" para educar políticamente en el discurso "afro" a las personas de la región, un discurso que toma elementos de la "negritud" caribeña y de cierto nacionalismo negro norteamericano, por lo que ha sido necesario "reinventar" las relaciones sociales en términos de "blanco/negro", "exclusión/exclusión", cuando en el pasado, y en el presente, la solidaridad y las fronteras étnicas no estan trazadas como en el Caribe inglés y Nortemérica. Al no desarrollar un discurso político propio, basado en las condiciones históricas y sociales de la región, y presentar el modelo cuantitativo que usaron los colombianos como estrategia para el reconocimiento y el arma de negociación con el Estado mexicano, es probable que se establezca como antecedente y requisito para otros grupos con un ascendiente sudsahariano que intenten negociar con el Estado, pero en condiciones menos favorables numéricamente. El modelo parece está pensado para regiones y comunidades, no para familias que, desde mi perspectiva, en México es el número mayor de personas con un ascendiente sudsahariano, las cuales permanecen invisibilizadas, discriminadas y sometidas, o con relaciones interétnicas tensas con los grupos étnicos que, en su región, predominan o tienen el control económico y político.
El segundo problema es claro, el foro ¿Cómo queremos llamarnos...? no va a contar con familias de Guaracha, Los Reyes o Coahuayana, lugares donde se mantiene cierto fenotipo "afro"; pero menos aún con individuos de apellido Bran, Congo, Angola, Mulato, Chino, Lule, Morisco, etc. muy largo, que viven en comunidades de criollos, o "güeros" de rancho, y en comunidades indígenas: nahuas en la Costa de Michoacán, jñatjo y ñätho del Oriente de Michoacán, y p'urhépecha, o han migrado a las ciudades medias del estado de Michoacán; probablemente, no tienen idea del origen de su apellido y "les tiene sin cuidado", pero eso no quiere decir que, en determinado momento, cuando haya recursos y acciones destinados a la población "afrodescendiente", no puedan solicitar apoyos y ¿cuál será el criterio de inclusión/exclusión? ¿Si soy güero de nariz ancha y pelo rizado y me apellido Bran puedo ser "afro____" algo? Como no habrá un foro verdaderamente nacional es más cómodo y fácil decir: "- Pues están los que se incribieron, les interesa y quieren"; pero ni están todos los interesados ni todos "saben", es más, ni los "costachiquenses" saben ¿cómo y para qué es el censo?
El tercer problema ya salió a la luz en la Encuesta Intercensal y tiene que ver con la confiabilidad del resultados. Vaticino (y no hay que ser "zahorín" para verlo) que la cuenta va a presentar resultados cuestionables, parciales y no aceptados incluso por los propios impulsores. Es probable que el resultado nacional sea un número entre 1% y 3% del total nacional, que es el de la población de la Costa Chica; pero ¿cómo apareceremos el resto? En la encuesta intercensal 2015 aparece un cuestionable 0.2% en el municipio de Zitácuaro, que conozco y es próximo a donde vive el grueso de mis parientes, en cuyo municipio apareció un 0% de "afrodescendientes", ni siquiera mi familia extensa. En el caso de Zitácuaro que tiene 164,144 habitantes yo me pregunto ¿quiénes fueron esos 328 personas que aceptaron ser "afrodescendientes"? ¿Cómo es que interpretaron el concepto "afrodescendiente"? Si es que dieron respuesta y no fue el censador el que decidió de acuerdo a su fenotipo y apariencia que ésa familia era "afro".
Es loable intentar que las personas con un ascendiente familiar sudsahariano sepan primer que lo tiene, luego que rompan con el racismo presente en la vida cotidiana de México y acepten que lo son, para luego "ser contados", ¿pero y luego? ¿Qué pasa si somos el 1% o el 15%, como se estimaba en los últimos conteos coloniales? ¿Cambia políticamente la estrategia? Es de esperarse un poco más de un 1% de autoadscripciones y que será necesario luchar porque las temáticas del pasado colonial de los sudsaharianos en la Nueva España y el México independiente se incluyan en la educación básica, sobre todo las de carácter histórico social y cultural, con un énfasis en la segundas, pues sólo con una población informada podrán, si los grupos sociales determinan que ésa es una bandera útil en su lucha política, renacer identidades étnicas que estaban latentes, ignoradas o en un momento.
La crisis de los inmigrantes haitianos en la frontera norte ha vuelto evidentes los discursos sobre xenofobia y racismo que son habituales en México, las actitudes racistas aparecen sin pudor, mostrándonos que antes que el censo es necesaria la educación.

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